El abogado real

SI DEJAMOS de sostener algo tan insostenible como que el tinglado Nóos-Aizoon fue una creación de Urdangarin porque es un fresco, un avaricioso y que tiene secuestrada a la ingenua Infanta Cristina, tal vez comiencen a sustanciarse, delimitarse y limitarse responsabilidades. Y acaso involuntariamente vaya a hacerlo la propia Fiscalía Anticorrupción, que con tal de no citar a la clave del negocio, que es la Infanta, va camino de llevar al juzgado de Palma a toda la Casa Real y la mitad de la Real Familia. Ayer se anunció que pide que se llame a declarar en calidad de testigo al Conde de Fontao, el abogado del Rey, como partícipe en esa broma pesada que fue la retirada de los negocios de Urdangarin más o menos un cuarto de hora. Una tomadura de pelo, por cierto, perpetrada por la Casa Real pero con la necesaria y descarada complicidad de la mayor parte de los medios de comunicación.

La ventaja de que Fontao entre en escena es que aclara la naturaleza del tinglado Nóos-Aizoon: una banda de saqueadores de dinero público y privado, en nombre de la Corona. Sin la Corona y sin la Infanta, nadie le hubiera dado un euro a Urdangarin. Así que, a medio plazo, lo mejor es que cada palo aguante la vela de su responsabilidad, y terminaremos antes. En el punto a que ha llegado la instrucción, con su divertículo corinesco, todo lo que no sea afrontar la cruda y sucia realidad será perder el tiempo.

En última instancia, si admitimos lo evidente en este asunto, que es la insignificancia de Urdangarin y la exorbitante significación de la Infanta Cristina, además de la fatal implicación de la Corona, deberíamos ir olvidando al pintoresco Vives y entender que, desde que mandaron quitarse un rato del delito a Urdanga, el único abogado real en el caso Nóos es el Abogado Real, o sea, Fontao. Es cierto que las ruedas de prensa de Vives en el paseo de Gracia tienen su estrafalario encanto y que siempre dice algo, normalmente en perjuicio de sus defendidos, pero si el abogado es Fontao estaremos más cerca del juicio, la sentencia y el fin de la pesadilla. En cuyo errático devenir, después de la Casa Real y sus absurdas tácticas evasivas, tanta responsabilidad han tenido y tienen jueces y periodistas.

>Vea el videoblog de Carlos Cuesta La escopeta nacional. Hoy: ¿Qué defendemos en Cuba?