Por convicción

DIJO la diputada Carmen Chacón para explicar su abstención en la votación del Congreso sobre el llamado derecho a decidir que su actitud estaba guiada por las convicciones. ¡Quiá, convicciones! A una convicción que se expresa con el abstencionismo se le llama cálculo. El cálculo infinitesimal en el que está empeñada Carmen de España, y no la de Merimée/y no la de Merimée, para decirlo en la inolvidable copla de Vázquez Montalbán. Si alguien en este asunto puede presumir de convicciones no es la señora Chacón, sino sus compañeros del socialismo catalán, que en un gesto de rebeldía valiente han decidido plantar cara a la opinión mayoritaria del socialismo español.

Cualquier interpretación que pueda hacerse sobre la actitud de los 13 diputados que rompieron la disciplina rechaza el cálculo. Nadie con dos analíticos dedos de frente puede sostener hoy en Cataluña que la opción soberanista refuerza las posibilidades sociológicas y electorales del socialismo. Convergència, Esquerra e Iniciativa cubren abrumadoramente el flanco de voto soberanista, desde la socialdemocracia hasta el comunismo viejo verde. Un PSC soberanista solo es un seguro de muerte. Por lo que respecta a las personas, individualmente consideradas, es posible que hayan empezado a buscar trabajo y que la votación del martes pudiera entenderse como una primera presentación de méritos. Pero sería una acción indiscutiblemente arriesgada. Hay demasiada gente que vive de la política en Cataluña y las marcas triunfantes están saturadas.

No.

La dramática grandeza de los diputados socialistas catalanes que optaron el martes por la escisión, después de más de 30 años de convivencia, es que sólo tiene a las convicciones por explicación pertinente. La convicción nacionalista, largamente ocultada y duramente transigida, que ya ha estallado en toda su espectacular plenitud. Son nacionalistas, lo han sido siempre, y cuando actuaron por cálculo fue en los años de interesada sumisión al socialismo español triunfante, primero de Felipe González y luego de Zapatero. Hoy, sobre el paraje desolado de lo que fue un partido hegemónico, al fin pueden mostrarse como lo que realmente son. Una exhibición que solo puede provocar el reconocimiento y hasta el aplauso emocionado de todo aquel que sujeta la política a la verdad y a los principios.