Anda, luz
TENGO las medallas de oro de toda Andalucía; soy Andaluz Universal; nombrado hijo adoptivo de todos los pueblos de Málaga; atesoro todos los premios importantes -alguno único- de cultura andaluza; no me imagino a mí sino ante, bajo, cabe, sobre, desde Andalucía. Me estoy muriendo en ella... Y no quisiera que mi vida hubiese transcurrido de otro modo ni en distinto lugar... Me quiero unir en todos los andaluces; menos en los coronados por la política. A mis hermanos del campo no me he podido dirigir sino desde la baca de un coche, donde me subieron en una de sus largas marchas justificadas. Sólo pude decirles: «Niños míos», mirando sus alpargatas rotas, sus caras de hambre y cansancio y su seguridad en la protesta. La medalla de oro de las Bellas Artes se me dio en el Alcázar de Sevilla; los doctorados honoríficos, los rótulos callejeros y mi corazón, sobre todo mi corazón, no se concretan sino en Andalucía respirando y ahora muriendo... En ella he sido feliz y desdichado; he sufrido mis grandes hemorragias metafóricas y reales. Ahora me acerco a su tierra para ser abono en los jardincillos de mi Fundación... Una vida monográfica casi: representé, amé, me exaltó, fui Andalucía. ¿Qué más puedo pedir? «Guadalquivir mi corazón se llama...»