No hay atajo hacia el Cielo

LOS ATEOS o los agnósticos no creen menos en Dios, ni intuyen menos su presencia, pero le ignoran o le niegan porque tienen miedo de salir a su encuentro, porque les asusta comprometerse y el reto, y prefieren regodearse en el infantilismo de vivir como si el amor fuera de alquiler y la libertad ceder al capricho de cada momento y no el deber de ser hombres dignos de la Gracia y la esperanza con que estamos hechos.

Cada vez con más frecuencia los gobiernos mundanos inventan leyes para burlar la Ley de Dios, apeaderos legales con que pretenden vender la ilusión de que hay muchas maneras de acceder al Reino de los Cielos. El matrimonio es un sacramento y casarse es casarse por la Iglesia y adquirir un compromiso para siempre. Todo lo demás es un fraude por mucho que se asalten los diccionarios y se cambien Constituciones con parlamentos muy soberbios y discursos que hacen la parodia de la valentía pero que simplemente juegan a los espejos con palabras tan rimbombantes como vacías para que la luz de la verdad no les ciegue.

Ante cualquier rigor sólo sabes quejarte y buscar culpables ajenos, como si te sintieras un mero espectador de tus actos y no quien realmente los lleva a cabo. Empezaste no casándote por la Iglesia y has acabado pensando que el banco es un ladrón porque no puedes devolverle el crédito, o que la hipoteca es una estafa porque no puedes pagarla. Ninguna autoexigencia. Ni rastro de la idea del deber. Un listón tan bajo que se confunde con el suelo. Perdemos cuando somos débiles. No tengáis miedo.

Empezamos fallándole a Dios, como siempre. Como siempre ha sucedido desde el principio de los tiempos. Que luego les falláramos a los demás era sólo cuestión de tiempo. Nos burlamos del Misterio y hemos acabado siendo una triste burla de nosotros mismos. Empiezas no creyendo en la virginidad de María y acabas acostándote con la secretaria, y hasta fugándote con ella. Empiezas viviendo de espaldas a la Cruz y acabas creyendo que el mundo te debe algo.

No hay atajos hacia el Reino de los Cielos, ni múltiples accesos. Sin Dios somos almas destensadas, quejicas y estériles. Existe una sola verdad y millones de mentiras decoran el Infierno, tal como existe una sola Iglesia y una insólita cantidad de toda clase de burdeles.