Esquivar la Ley

En el frontón del Congreso de los Diputados hay una alegoría a la Justicia. Es una matrona romana con túnica y manto, coronada de rayos; en una mano lleva una espada y en la otra debería haber llevado una balanza, que hubiera simbolizado la igualdad ante la Ley de todos los españoles, pero en vez de la romana, lleva un laurel. Misteriosamente, a la matrona le faltan la venda y la balanza. Ayer volvieron los diputados al templo de las leyes y no parece que estén preocupados por la matrona, ni siquiera por la turba que se acerca, porque si el Estado sigue siendo un leviatán, un monstruo frío, puede ser en primavera un leviatán en llamas.

Ayer, otra vez, ante los acuciantes casos de envilecimiento de políticos acusados de cohechos y sobornos, el asunto se fue descomponiendo entre medias verdades y silencios. Volvieron a echarse plantas unos a otros y, al final, mascullaron un principio de enjuague o pacto, que irá contaminando a los que aún no lo estén.

Después de las vacaciones los diputados se han tomado con sosiego las funciones al teatro de San Jerónimo. No había mucha gente en el hemiciclo y los mismos de siempre en el proscenio. Cuando dijo Cayo Lara que el caso Bárcenas estallará en el seno del Gobierno y algún diputado comentó que la corrupción es ya el sistema, sus señorías miraban abstraídos como si se refirieran a una república bananera. Parece que está en marcha un cruce de ofertas entre los dos grandes partidos, cuando, como vino a decir Soraya Sáenz de Santamaría, la corrupción no entiende ni de raza ni de colores. Rubalcaba le preguntó a Mariano Rajoy, con ironía y mayéutica, qué piensa el Gobierno hacer con la corrupción que galopa en todas las instituciones. Mariano Rajoy estuvo brillante en la respuesta: «Estoy de acuerdo con usted en lo de la corrupción y no se me ocurre otra cosa que darle el mismo consejo que me ha dado a mí».

El mismo consejo para un efecto siciliano: mantener cerca al enemigo y echar mano del proverbio ese de que con 100 ratones no se puede hacer un caballo ni con 300 sospechas se puede construir una prueba. Pero algunos juristas denuncian el control de los dos grandes partidos sobre los órganos judiciales. Lo explicó Rosa Díez: se desenredan de los procedimientos esperando que prescriba el delito, que haya acuerdo de conformidad o que llegue el indulto del Consejo de Ministros.Los partidos cumplen ante los ladrones el mismo procedimiento que cumplían las iglesias como refugio de los delincuentes cuando a los templos no llegaba la justicia ordinaria. (En germanía llámase a la iglesia antana, de ahí el llamarse a andana o esquivar la Ley).