Si es que van como locos

Oriol Junqueras no va a permitir ahora que se le escape de las manos el suculento pastel que las insensateces de Artur Mas y todo su grupo de independentistas aficionados le han puesto delante. Y se lo va a ir comiendo trozo a trozo hasta acabar con él.

El pastel es el espacio electoral de CiU, cuyas bases tradicionales -catalanistas, reivindicativas, orgullosamente acomplejadas y eternamente ofendidas por el trato padecido por «Madrid», pero siempre moderadas- van a ir abandonando silenciosamente a este partido porque ya están viendo que su líder les lleva al desastre.

Entre esos votantes asustados por la cegata terquedad de Mas están los empresarios más importantes de Cataluña. Y no están todavía los pequeños y medianos empresarios porque los dirigentes de CiU les han jurado mil veces que, con la independencia, llegará la abundancia, el bienestar colectivo y el progreso del país. Y, puesto que ellos tienen su mercado dentro del territorio, no hacen sino lo esperable: apostar por la Arcadia que viene.

Por eso la mayoría de las pymes todavía se mantiene fiel al camino marcado por su partido de toda la vida. Aunque hay otras razones y una de ellas es que la coalición ahora independentista lleva muchos años regando con millonarias subvenciones las asociaciones catalanas de pequeños empresarios, uno de sus grandes caladeros de votos. Y ese sector todavía resiste e incluso parece que está dispuesto a enfrentarse o, al menos, a intentar sabotear, la toma de posición pública de los responsables de las grandes compañías.

El hoy presidente de la Generalitat no ignora en absoluto lo que ya estamos viendo todos, y es que la sociedad catalana se está agrietando y que puede llegar a dividirse dramáticamente. Ya sucede en el interior de su partido, no digamos en la coalición. Sucede en el seno del PSC, donde Pere Navarro no se atreve a imponer la disciplina de voto ni a poner orden ideológico entre sus filas porque tiene pavor a que el partido se le desmigue del todo y no lo pueda recomponer. Y va a suceder inexorablemente en el tejido empresarial y en el resto del entramado social de Cataluña. Son los primeros efectos visibles de esta apuesta enloquecida a la que parece que, por fin, se van a oponer en público voces autorizadas del sector empresarial catalán. Ya era hora, pero quizá sea tarde porque Artur Mas ya no sabe dar marcha atrás. Ni sabe ni puede.

El espacio electoral de CiU se está reduciendo, ERC está fagocitando a los independentistas de CiU y los votantes moderados están saliendo en estampida. Y cree que le conviene una confrontación con el Gobierno que devuelva el aliento a sus marchitas soflamas. Por eso busca el choque y reclama 9.000 millones para 2013 mientras dice retador que incrementará el gasto en representaciones exteriores pese a haber superado escandalosamente su límite de déficit.

Y todo esto lo hace justamente antes de ser recibido por el Rey y de entrevistarse con Rajoy. Necesita ser maltratado para poder exhibir sus magulladuras. Es su único modo de intentar sobrevivir. O malvivir.