Al Príncipe le crecen las orejas

AUNQUE lo parezca, el Príncipe no cumple años todos los días. Nació tal día como hoy en la desaparecida clínica Loreto de Madrid y fue un bebé muy jaleado. Entonces no existían las ecografías y nadie supo si era niño o niña, así que en su canastilla había botitas rosa y botitas azules.

Como era un bebé privilegiado, a su alrededor no brujuleó una monja pretendiendo dar el cambiazo. Es lo que tiene ser heredero: todo el país estaba pendiente de él. No le pusieron un solo nombre sino una ristra: Felipe, por Felipe V , Juan por su abuelo, Pablo por su otro abuelo, Alfonso por Alfonso XIII y todos los santos, por todo el santoral. Es un capricho de los Borbones, que así pueden celebrar la onomástica diariamente. Felipe Juan Pablo Alfonso etc se crió rubio y primoroso como los príncipes de verdad. Para los españoles era un lujazo de criatura y solo le faltaba una carroza a juego. Su mamá le mimó. No así su papá, que permanecía a la espera de ver cumplida la predicción que le hizo a Franco cuando nada más nacer el niño le dijo: «¡Mi general, es un machote!». En eso anduvo poco fino el Rey. A Felipe, Juan Pablo, etc. nunca se le ha detectado el ramalazo borbónico. Casi mejor. Si los cimientos de Zarzuela temblaron cuando el Príncipe se ennovió con Eva Sannum, no quiero ni pensar qué habría ocurrido si llega a salir un picha brava.

El Príncipe cumple 45 años en un momento de turbulencias que amenazan la estabilidad de la institución. El niño de rizos rubios se ha convertido en un hombre con toda la barba. No sabe contar chistes ni tiene el carisma de su padre, pero eso importa poco. Felipe ha llegado hasta aquí y se ha ganado el respeto de la concurrencia. Es el único de la familia a quien no le han salpicado los escándalos. El mérito es suyo. Mejor dicho: suyo y nuestro. Porque en los medios de comunicación existe voluntad de protegerle. Se le supone firmeza en el asunto Urdangarín y eso gusta mucho. También nos gusta la transparencia, pero la transparencia es incompatible con la naturaleza de la institución. Mal asunto.

La hora del relevo ha sonado, y no porque lo digan en Holanda. Ha sonado porque toca. El Príncipe ha cumplido 45 años y no debe estropearse. A los príncipes que esperan demasiado les crecen las orejas.