No importa Sansón, importan los filisteos

Lo que importa ahora, y no es tolerable de ninguna de las maneras, es que un señor que ocupa el cargo que todavía ocupa, con la proximidad extraordinaria que ese cargo le da a la Casa del Rey y al Rey mismo, dé la más mínima opción a dejarse implicar en nada que huela ni de lejos a actividades oscuras o injustificables.

Ya sabemos, pero habrá que repetirlo una vez más, que la figura de la imputación tiene muy mala reputación en España pero que no es más que la opción que el juez da a un ciudadano para que acuda a declarar acompañado de un abogado, cosa que no sucedería si acudiera sólo en calidad de testigo.

Pero es que un juez no imputa a nadie si no tiene alguna -digo alguna- sospecha de que el ciudadano en cuestión pudiera estar relacionado con un delito. Y simplemente eso es lo que no se le puede consentir al señor García Revenga. Y muchísimo menos que lo haya hecho teniendo el atrevimiento de presentarse oficialmente como asesor de la Casa del Rey. Porque, de ese modo, lo que arrastre a Revenga contaminará también a la institución.

De acuerdo en que Diego Torres está vengándose de todos los que le rodearon en el pasado porque no ha podido lograr lo que buscaba por la vía del chantaje: un cerro de millones y un trabajo estable. Y de acuerdo también en que el juez no debería seguir tolerando que este individuo siga administrando a su antojo, y gota a gota, los correos electrónicos que lleva años guardando, en la creencia de que eso le garantizaría la impunidad judicial.

Como todos los corruptos, se estuvo reservando la capacidad de extorsión para que le hiciera de salvavidas. Pero cuando era pequeñito seguro que le contaron en el colegio que Sansón, que derribó el templo del dios Dagón con todos los filisteos dentro, y mató ese día más filisteos de los que había matado durante toda su vida, murió él mismo aplastado por los escombros y víctima de su venganza. Ése es sin ninguna duda el destino que le espera a Torres. Por muy importantes que sean los filisteos que se vaya a llevar por delante.

Aunque lo que hoy nos importa no es eso, es lo otro. Es el papel que el señor García Revenga ha desempeñado a la vera de Urdangarin y compañía, los consejos que le ha pedido, y que él ha proporcionado, a un señor que estaba estafando manifiestamente al erario público, engañando al Rey y desobedeciendo sus instrucciones. Da igual que Revenga no se haya enriquecido con ello. Es que no podía participar de ningún modo en ese aquelarre.

Y lo que importa es que lo que ya sabemos coloca a la InfantaCristina en una muy, muy delicada situación. Porque resulta que en estos momentos la Infanta depende de la voluntad de Torres, de lo que Torres quiera, o no, decir o enseñar. Es decir, que está en sus manos. Y esto es en sí mismo infumable. E impresentable.

La situación es gravísima. La Casa del Rey vuelve a estar, por contagio, en boca de los españoles rebozada en desconfianza y corriendo el riesgo, otra vez, de caer en el descrédito. Es inaudito que se haya llegado hasta aquí. Qué ceguera, qué nula defensa de la Monarquía, qué desidia en el cumplimiento del supremo deber de asegurar su continuidad.