El empalmado

NUNCA TERMINÉ de averiguar si el origen histórico del lema de Sevilla es real o tan sólo una leyenda popular consagrada por el paso del tiempo. Me refiero a la presunción de que el No-Do con la madeja en medio es un jeroglífico creado por Alfonso X para agradecer a la ciudad que no lo abandonara durante la guerra contra su hijo Sancho: «No me ha dejado».

Sea o no cierta, creo que ésta es la fórmula ingeniosa que le faltó conocer a Urdangarin para acertar con una impronta heráldica propia, la que estuvo ensayando con la firma que aplicó a ciertos correos electrónicos. Me parece adecuado que eligiera el priapismo como signo propio de identidad para los comunicados ducales. El humor escatológico siempre fue territorio de encuentro entre los españoles y sus nobles, y en tan simpáticas referencias a la picha atisbamos incluso un modo de borbonear muy anterior al prestigio del bunga-bunga berlusconiano. Además, los blasones han de evocar, en la medida de lo posible, algún mérito personal que vaya a acompañar al propietario y a sus descendientes durante toda la posteridad. Y Urdangarin quiso ligar su linaje a la erección del miembro viril de igual forma que Diego de Ordaz estampó un volcán en su escudo de armas para que las generaciones posteriores supieran que fue el primer europeo en escalar el Popocatépetl, y en avistar desde allí Tenochtitlán. Su pasado como jugador de balonmano -de Urdangarin, no de Diego de Ordaz- no se antoja lo bastante heroico como para cincelarlo en un blasón, y menos cuando hay príncipes de la competencia guerreando a bordo de Apaches. Y no podían siquiera considerarse las actividades que más fama han procurado a Urdangarin confeccionando un escudo en el que apareciera una ristra de embutidos de Cantimpalo sobre un campo de gules.

El apodo de El empalmado nos parece por tanto correcto sólo porque lo escogió el propio Urdangarin, y hay confianza. Él sabrá, en conciencia, si lo merece tanto como El hechizado, El deseado o El conquistador se ganaron los suyos. Y en cuanto al lema de la casa, el ejemplo sevillano nos anima a sugerir que Urdangarin transforme en jeroglífico su propio juego de palabras con el diseño de una hoja de palma flanqueada por las sílabas EM y DO. Ya lo estoy viendo hasta en los anillos para lacrar, qué cosa más bonita.