LB, el repartidor

LuisBárcenas (LB) se creía el dueño del cotarro. Actuaba con enorme seguridad en sí mismo y trataba a los miembros del aparato de Génova con abierta displicencia.

Siempre elegantemente vestido, presumía en el partido de su olfato como inversor en Bolsa y, de vez en cuando, se ausentaba durante días para practicar deportes de montaña.

Tras el escándalo Naseiro, las finanzas del PP le fueron encomendadas al dúo formado por ÁlvaroLapuerta y Luis Bárcenas. El primero de ellos tenía fama de hombre honesto, aunque conocía a la perfección las interioridades del área más sensible: cómo se obtenía el dinero y a quién se pagaba.

Bárcenas era el hombre de los chanchullos. Todo el mundo lo sabía, pero alguna gente prefería mirar para otro lado. Otros eran beneficiarios directos de su particular operativa, heredada de otros tiempos, pero perfeccionada y reglamentada durante su mandato como gerente y, después, como tesorero.

Bárcenas vivió las etapas de Álvarez-Cascos, Arenas y Acebes como secretarios generales y nadie le puso un pero. Los que quieren atribuirle alguna virtud dicen que era «eficiente».

Cuando llegó María Dolores de Cospedal a la Secretaría General, tuvo un primer encuentro con Bárcenas en el que éste se comportó como si nada hubiera cambiado. «A partir de ahora todas las cosas se van a hacer por derecho, Luis», le dijo Cospedal. A lo que éste respondió con soberbia: «Ya despacharemos algún día».

Cospedal consultó con Rajoy. Abolir el régimen particular de Bárcenas -con tentáculos muy poderosos- era labor que requería no sólo de coraje, sino del respaldo absoluto del presidente del partido. Rajoy le dio carta blanca a la númerodos para actuar según su criterio.

Durante mucho tiempo, Bárcenas había controlado la contratación de empresas que hacían trabajos y servicios para el partido. La nueva dirección comprobó que muchas de ellas le pagaban comisiones y otras pertenecían a amigos suyos.

Luego se supo, con el estallido de Gürtel, cuál era su modus operandi.Correa se hacía cargo de la organización de actos del partido y Bárcenas cobraba una parte. En B, por supuesto.

Aunque la práctica de pagar en sobre a algunos dirigentes ya existía en época de Fraga, posteriormente se sistematizó. El encargado de entregar esos sobresueldos -en algunos casos muy jugosos- era el gerente del partido.

Cuando Bárcenas fue imputado en el caso Gürtel y se pidió su suplicatorio, Cospedal le pidió que dejara el PP (hasta ese momento seguía manteniendo despacho, su escaño como senador y a su abogado también le pagaba el partido). Él recurrió a una frase de Cascos para negarse: «Aquí sobran mamones y faltan cojones». Así es él. Después esgrimió todo tipo de amenazas, desde contar lo que sabía de la financiación de la boda de la hija de Aznar, hasta revelar los sobres en B. Afortunadamente, el chantaje no le sirvió de nada.