Lágrimas de Soraya

LA VICEPRESIDENTA Soraya Saénz de Santamaría decidió acabar el día de ayer llorando. Fue el broche a una jornada histórica y uno de los momentos álgidos de la legislatura. El Gobierno ha tardado algo más de un año en echarse a llorar delante de los ciudadanos, en la que ha sido la expresión más serena de su programa. Sacó para ello la artillería pesada: una mezcla explosiva de Luis Bárcenas y los desahucios -millones en Suiza del tesorero y familias en la calle, como Bambi adaptado por Baz Lurmhann-, que ha dejado a Soraya en rueda de prensa paralizada de tal forma que no se sabía si estaba cogiendo fuerzas para llorar o para pedirle salir a alguien. Finalmente, tras varios silencios dramáticos, Soraya explicó que había llorado. O que se había «emocionado», como se dice pudorosamente. Le reconozco poca ortodoxia en la acción, pero no dudo de ella. Ningún político de nivel, incluso en España, tiene la necesidad de ir por ahí haciendo el ridículo y tratar además de convencer a la gente de que lo ha hecho.

Tampoco sale nadie a actuar cuando no hay ninguna razón para hacerlo, sobre todo después de un día como el de ayer. Al Gobierno se le puede acusar de muchas cosas, pero no de actuar con naturalidad, también entre los Fabra. Cuando Cospedal dice que Bárcenas ya no está en el partido y dos segundos después culpa a Zapatero de los desastres económicos está llorando por dentro, como Soraya, sólo que no lo cuenta, porque el contexto ha de ser social. El verdadero drama es que no se sabe el día en que el Gobierno empezó a llorar de puertas adentro, ni peor aún, cuándo volverá a cerrarlas. Entre los párrafos de ayer de EL MUNDO el último es de mucho llanto; la defensa de Bárcenas, para desligarlo del Gürtel, dice que tenía cuenta en Suiza desde 1990.

¡Coño, que cuando los del Gürtel iban, él venía!