El ministerio de Dios

NO SÉ si la guerra contra el yihadismo se gana en Afganistán o Mali. Siento una vinculación afectuosa, patriótica podría decir si la palabra no estuviera sucia de nacimiento, con el centenar de españoles muertos en Afganistán o con los franceses que luchan para que Al Qaeda no se apodere de Mali. Pero no estoy seguro de que la respuesta al yihadismo deba representarse en el escenario de una guerra clásica. La guerra clásica cuesta muchas vidas y tiene una eficacia dudosa. En cuanto a la guerra de los drones el problema es que me sigue pareciendo más próxima al asesinato que a la guerra. De lo que, por el contrario, estoy seguro es de que la guerra contra el yihadismo se pierde en la retaguardia. Es decir, en términos locales, por el lado del ministro Fernández Díaz y no por el del ministro Morenés. Las renuencias españolas a excederse en el apoyo militar a la invasión francesa de Mali pueden preocuparme desde el punto de vista ético. Pero la decisión del ministro del Interior de privar al ciudadano paquistaní Imran Firasat de su condición de refugiado político me repugna y me aterra.

Hace casi ocho años que Firasat gozaba de esta condición. Las cosas empezaron a torcerse para él cuando se supo que era el realizador de la película El profeta inocente, una de Mahoma. Al parecer la película no gustó en el Ministerio del Interior, que la calificó de «actuación desestabilizadora», según consta en un informe de la subdirección general de Asilo. El Ministerio ha retirado a Firasat los permisos de trabajo y residencia y amenaza con deportarlo a Pakistán, un lugar donde opinar en determinados términos sobre Mahoma se castiga con la pena de muerte.

Este es el momento procesal adecuado para recordar que Interior está dirigido por un militante en el integrismo católico, caído un buen día del caballo de Damasco, y que pregona que la Virgen de Fátima fue decisiva en la ruina del comunismo. Un hombre profundamente religioso. O sea, un hombre que, a diferencia de ateos como el que escribe, cree que todas las religiones son iguales y verdaderas y cuyo verdadero enemigo, no lo olvide usted, Firasat, no es el creyente sino el blasfemo. Uno, en fin, de estos peligrosos quintacolumnistas que están reduciendo la libertad en Occidente, el único lugar donde la libertad existe y donde debe ser defendida con leyes, con drones y cuerpo a cuerpo.