La sangre y la vida

BRAM STOKER

Reediciones de 'Drácula', en el centenario del escritor

El no-muerto. El que está obligado a morder a sus víctimas humanas y a ingerir su sangre para mantenerse inmortal e, incluso, rejuvenecer. El habitante de la noche, el que es herido o disminuido bajo la luz del sol. El que domina a los animales repugnantes y también los vientos, la niebla y otros fenómenos de la naturaleza. El mutante. El que no ve recogida su figura en los espejos. El que sólo puede ser controlado si se exhiben ante él un crucifijo, ajos o la hostia consagrada. El que, si se desplaza, debe dormir en un ataúd sobre tierra. El que sólo puede ser muerto si es degollado o si se clava una estaca en su corazón. El vampiro, el seductor conde Drácula, melancólico habitante de un castillo en los Cárpatos, en compañía, eso sí, de tres dispuestas vampiresas que ha sometido a sus designios, ya que quien es mordido por él -y su sangre bebida- adquiere su misma condición, idéntica condena, el mismo arduo destino inmortal.

Drácula, la novela de Bram Stoker, siempre ha estado accesible en castellano, pero este año, con ocasión del centenario de la muerte de su autor, ha tenido, por lo menos, ocho nuevas ediciones. Entre ellas, una de Valdemar, la gran especialista en el género gótico-terrorífico, que también ha publicado El invitado de Dráculay otros relatos extraños y macabros. Muerto Stoker, su viuda dio a conocer, en 1914, El invitado de Drácula, posible relato prologal de la novela o posible cuento escrito independientemente por el autor cuando preparaba su clásico.

La efeméride ha deparado otras publicaciones, entre las que cabe destacar Drácula, un monstruo sin reflejo (Reino de Cordelia), ilustrado compendio de toda la extensa herencia draculina en la literatura, el teatro, el cine o el cómic.

Bram Stoker dio Drácula a la imprenta en 1897. Para entonces, el escritor dublinés, tercero de siete hermanos, nacido el 8 de noviembre de 1867 en la era victoriana, ya había publicado cuatro novelas y dos colecciones de cuentos. Un total de 18 fueron las obras de un escritor que se fogueó en la crítica literaria y teatral.

El vampiro, la oportunidad de beber sangre humana para perpetuarse o mantenerse joven estaba extendida en la cultura universal. Por no hablar de la sangre de Cristo, ahora tenemos la transfusión. Siempre se ha dicho que Stoker, interesado por el ocultismo, el espiritismo, el mesmerismo y otros saberes esotéricos -compatibles con sus conocimientos de Historia y Filosofía-, hizo sus propias investigaciones sobre costumbres y leyendas del Este europeo y que se inspiró también en figuras históricas como la condesa transilvana Elisabeth Báthory (1560-1614) y, sobre todo, el príncipe rumano Vlad III (1431-1476), Vlad Draculea -Vlad Tepes, el Empalador-, que bebía la sangre de los turcos invasores a los que sometía a crueles tormentos.

Pero, como antecedentes literarios más cercanos, Stoker sin duda conoció el relato El vampiro (1812), del médico y escritor romántico John William Polidori -amigo de Byron y de Mary Shelley, la creadora de Frankenstein-, y, especialmente, Carmilla (1872), la novela corta de Sheridan Le Fanu que fijó la versión femenina del vampiro. El también irlandés Le Fanu era el impulsor del Dublin Evening Mail, periódico en el que Stoker, gris funcionario del Gobierno, hizo sus primeras armas periodísticas después de haber estudiado Ciencias y Matemáticas.

La vida de Bram (Abraham) Stoker ofrece rasgos peculiares. Estuvo enfermo en cama y no aprendió a andar hasta los siete años. Se casó en 1878 con una actriz en ciernes, la veinteañera Florence Balcombe, que había sido novieta de Oscar Wilde, quien también fue amigo de Stoker. Bram y Florence sólo tuvieron un hijo, Noel. Se dice que no volvieron a mantener relaciones sexuales después del nacimiento de su vástago. A saber.

Seguro es que, durante 27 años, Stoker fue el secretario personal de Sir Henry Irving, gloria de la escena inglesa, y también agente del teatro de su propiedad, el Lyceum Theatre de Londres, un templo del teatro londinense. La figura de Irving, padre de familia, atrajo sobremanera a Stoker, quien vivió a sus órdenes, escribió un libro con sus recuerdos sobre él y viajó con él en giras teatrales por Europa, Canadá y Estados Unidos, donde el escritor llegó a entrar en la Casa Blanca y a conocer, por fin, a su admirado Walt Whitman. Una cosa con otra, y con otra, apunta hacia una posible bisexualidad de Stoker.

Drácula tuvo éxito en su momento, pero Bram Stoker no lo disfrutó. De un lado, no pudo beneficiarse -por torpezas contractuales- de los réditos económicos de su libro y murió en la pobreza. No conoció, además, una cabal valoración de los méritos literarios de su novela. Pese a su arriesgada composición -cartas, diarios, documentos, informes, saltos en el tiempo y en los escenarios-, Drácula fue considerada durante décadas una novela popular, una ficción de terror con ingredientes melodramáticos para lectores sin mucha exigencia y hambrientos de emociones fuertes, sobrenaturales y exóticas. Stoker falleció sin que se percibiera que los elementos de su libro -muerte, inmortalidad, enfermedad, sangre, dominación, tensión erótica, amor, ciencia etc.- se combinaban en un precipitado que, como se entendió después, apuntaban a preocupaciones, impulsos y tendencias muy insertos en la naturaleza humana.

Y, por supuesto, Bram Stoker murió sin llegar a conocer que Drácula estaba destinada a consolidar uno de los personajes de la literatura más recurrentemente llevados a la pantalla: Murnau y Nosferatu (1922); Browning y el primer Drácula de esmoquin y capa de Bela Lugosi; Fisher, Christopher Lee y el filón de la productora británica Hammer; Herzog y Kinski en 1978 y, en fin, el extraordinario Dráculade Bram Stoker -con el nombre de su creador en el título-, la más fiel versión a cargo, en 1992, de Francis Coppola. Más todo lo que colea en el cómic y en el teatro, más todas las gradaciones y degradaciones -humorísticas, musicales y hasta pornográficas- en el propio cine.

Bram Stoker murió en noviembre de 1912, puede que por agotamiento y miseria, puede que por sífilis. Gadir acaba de publicar Cómo el número 7 se volvió loco, cuento ilustrado y escrito para su hijo Noel y publicado con otros siete, en 1881, en Under the Sunset, la primera recopilación de historias cortas de Bram Stoker.

>FOTÓGRAFOS

Dos viejos amigos y fotógrafos de los años ochenteros de Diario 16 convergen en una exposición en el Espacio de Fundación Telefónica. Miguel Gómez ha comisariado la muestra de 54 retratos realizados por Enrique Cano a otros tantos fotoperiodistas muy destacados de los años de la Transición, aunque también se incluye a maestros de la generación anterior y a fotógrafos más significados al margen del periodismo estricto. La mirada de Cano sobre cada uno de los fotógrafos se completa con una imagen destacada captada en su día por cada uno de ellos. De este modo, La voluntad de contar se configura como un doble testimonio sobre el tiempo: los tiempos históricos vividos y el tiempo pasado -huellas de cada biografía en el rostro- sobre cada uno de los fotoperiodistas inventariados.