Bravo, Fernando

Fernando Alonso es el mejor piloto de la Fórmula 1. Estamos ante un mito de la conducción que tendrá los honores de los más grandes de la historia. Nada le han regalado. No pasa factura pero no olvida. Ni cuando se montaba en su kart ni cuando se baja de su Ferrari sintiendo que el título de este año era suyo. El samurái que lleva tatuado en la espalda simboliza su fortaleza mental en la que no hay tiempo para el desánimo ni para el cansancio ni para la duda. Rezuma la esencia del guerrero de la luz que lucha por algo en lo que cree. Conoce sus defectos y sus cualidades. Tiene coraje y honor. Le seguimos millones de personas en todo el mundo esperando siempre el milagro de que su coche vuele cuando los demás corren. Y lo consigue.

Este año hasta sus enemigos le han rendido honores. Los que cuestionaban sus triunfos olvidan sus críticas, los que ponían peros a sus éxitos alaban sus victorias, los que criticaban su carácter encuentran ahora un líder carismático. Ésta es su otra victoria, la de fuera de las pistas. Dentro, desde que irrumpió con su Minardi, se había hecho respetar por su talento.

No, Fernando no ha debido de cambiar demasiado. Se ha hecho mayor, como todos, pero estoy seguro de que sigue siendo aquel muchacho que de la mano de su padre competía siempre pensando en ser el primero. Fiel a sus amigos, a sus costumbres, a su tierra, a su profesión, a su compromiso personal con quienes ha elegido para compartir la vida que sólo él quiere administrar. La que está lejos de los circuitos y no tiene que compartir con el gran público.

Me alegro de sus éxitos, disfruto los domingos de las carreras, me levanto de la silla cuando le arrollan, vibro cuando adelanta y me gusta su carácter ganador. Piensa en equipo, reparte méritos y calla los defectos. Es el líder en tiempos revueltos. No sólo conduce, le habla a su Ferrari, le escucha, le lleva con suavidad por cada curva y le da rienda suelta en las rectas. Este fin de semana recibirá el baño de multitudes de los ferraristas reunidos en Valencia. El mejor no siempre gana el título. Bravo, Fernando.