Cataluña, Berlín, la UE

Cuando la diosa Victoria que corona la Puerta de Brandenburgo te mira de frente, has de saber que estás en Berlín Oriental. Se ve en las fotos de los museosdesouvenires florecidos a su lado. Pregunto a una jovencita vendedora de postales, que pone los ojos en blanco buscando en la memoria no recuerdos propios, sino aprendidos: «Sí, el Muro estaba al otro lado de la Puerta». Hace ya 23 años, justo cuando nacía la telaraña WWW que todo lo envuelve...

Una fortuita cadena de circunstancias llevó a este lego de las elecciones catalanas a Berlín y luego Bruselas. La civilización globalizada nos conduce a saltos sobre las fronteras. A Berlín, para hablar en TV sobre el futuro de la prensa impresa y lo digital. El futuro de la palabra, herramienta clave de todo lo que el hombre hace y conoce.

Habría venido a cuento reflexionar sobre Gütemberg y cuando los libros se copiaban a mano en monasterios. La imprenta rompió el modelo y puso el libro al alcance de cualquiera. Hoy copistas y tipógrafos están extinguidos. ¿Saben qué libros fueron los más editados antes y después?: la Biblia y la Biblia... Pero en el plató alemán se impone más la charla sobre las elecciones catalanas y su morbo.

En Bruselas, la CE desea impulsar una forma común de responder a la petición de asilo. El modo de tratar a quienes llegan a Europa buscando refugio, perseguidos por razones de política, raza, religión o sexo. Y la clave sigue siendo la palabra. La que cada cual dice de sí mismo. Sin tecnología. La UE quiere mejorar el sistema de control con un ordenador central, Eurodac, que registre todas las peticiones en cualquiera de los países, con sólo tres datos: fecha, lugar y huellas dactilares. Sin nombre ni otra identificación. Basta para saber si ya lo intentó en otra frontera.

Por la noche, dos personas -que saben de qué hablan: trabajan para la CE- discuten desde posiciones opuestas el referéndum independentista de su Escocia, con un solo acuerdo: estaría fuera de la UE. El mundo se ha hecho pequeño y los temas son recurrentes. La Unión Europea no se define por límites geográficos en los mapas de Google, sino por los nombres de sus 27 Estados miembros, que se reconocen todos entre sí. Cuando los territorios de Alemania Oriental se reunificaron con la otra Alemania, automáticamente estaban en la UE, porque ya lo estaba la RFA. Su nombre ya figuraba en el Tratado.

Todo vuelve a ser la palabra.

Twitter: @juliomiravalls