Piñera en su buhardilla

La buhardilla liberal de José Piñera es un despacho recóndito, austero, sin lujo alguno, desde el que se ve la cordillera y un barrio que antes fue enclave de la oligarquía chilena y ahora ha sido colonizado por una clase media enriquecida por la más liberal de las economías de América.

Piñera, que es hermano del presidente chileno, es en gran parte responsable de estos cambios. Su obra más popular es el sistema privado de pensiones, una fórmula que sustituye el apunte contable de la Seguridad Social por un mecanismo donde se asegura que cada uno se jubila según su propio esfuerzo de ahorro. Pero el gran boom chileno se debe a otra ley de Piñera, menos conocida: la de minería que ha permitido un espectacular auge de la inversión extranjera en Chile.

Educado en Harvard, Piñera tiene una visión más humanista que la de sus colegas formados en el duro monetarismo de Chicago. Su visión de las cosas es privilegiada. Ha conseguido que sus ideas sean adoptadas de una u otra forma por México, Colombia, Perú y Chile, los cuatro países de la Alianza Pacífico, un club que dará mucho que hablar en el futuro próximo. También reclaman su ayuda en los países ex socialistas de la UE y en las repúblicas ex soviéticas donde su sistema ha sido adoptado.

Su diagnóstico de la crisis española no sigue las aguas de los economistas austriacos, por ejemplo. Ha leído a José Ramón Rallo y a otros, pero Piñera no cree que la llamada «devaluación interna» sea una alternativa realista para España. Piensa que poner como modelo la solución aplicada en Estonia o Letonia, economías diminutas al lado de la española, no es factible. Reducir las rentas internas en un 4% es posible, pero en un 30% que es la pérdida de competitividad acumulada por España no es abordable sin una convulsión social mayor.

Piñera ve tres salidas posibles a la crisis. La que llama el actual «modelo Rajoy», con fuertes subidas de impuestos y recortes del gasto insuficientes, sin abordar de manera convincente el despilfarro autonómico. Este empeño, cree Piñera, condena a España a una década de mediocridad económica o más si consideramos que la crisis dura ya mas de cinco años.

Otra posibilidad es la devaluación, lo que supone la salida del euro y la vuelta a la peseta. Lo llama el «modelo argentino». Por ultimo, plantea una tercera alternativa, que bautiza como «el modelo chileno», la cual se articula en torno a una fuerte liberalización de la economía y a la creación de un sistema privado de pensiones.

La gran ventaja del sistema de Piñera es que transforma las pensiones de una carga fiscal en un factor de inversión y crecimiento. Convierte un lastre, una deuda anotada, en un elemento de gran inercia macroeconómica. Los ahorros de los chilenos para su jubilación son 200.000 millones de dólares que están rentando un 9% al año en promedio. Una cifra modesta en términos del déficit público español, pero enorme para este pequeño país (un 80% de su PIB).

Piñera propuso en 1996 una adaptación de su sistema a la economía española, pero Aznar no se atrevió a ponerlo en marcha. La ganancia de competitividad para España hubiera sido enorme. Hay personas en el Gobierno de Rajoy que creen que es el lobby bancario el que está detrás de la apuesta por el sistema privado de pensiones. No es cierto, en Chile, el propio Piñera prohibió a los bancos acceder de manera directa a este ámbito de negocio, lo cual provocó un cierto boicot inicial. Quizás el mayor obstáculo en España sea la pésima situación de la economía. Pero esto puede ser más una oportunidad que un impedimento.

john.muller@elmundo.es