Hora de llegada

EL FISCAL general del Estado dice que detrás de fiestas como la de Madrid Arena hay un problema de estructura familiar que hay que atender «con la perspectiva de la legalidad». Este último matiz debe apreciarse, pues el Estado se compromete a no poner hora de llegada a los chicos. Era cuestión de tiempo que después del calentón empezase a reposar sobre las muertas una visión del mundo. Lo que hace el fiscal general es dar voz a muchas familias preocupadas que asisten, desde hace 5.000 años, a la descomposición de la juventud. Un modelo en crisis. Una generación fallida. Nuestro hombre cree que hay un problema sociológico y vaya si lo hay, pero no nos dice desde cuándo y tampoco nos asegura una solución. Como sé de qué va esto y a dónde se dirige el discurso, cuando se acabe de rascar en el suceso aparecerá un letrero luminoso muy Las Vegas que diga que hay que llevar una vida más recogida. Apaciguar los sentidos, crecer espiritualmente y ensanchar el alma hasta que la vea desde la ventana Mariló Montero. Es probable que haya menos riesgos y se asegure así mucha paz interior, pero yo recuerdo la cara de pavor que ponían mis padres cuando les decía que pasaría el fin de semana en casa y es una cara que no quiero para mí llegado el caso. La tragedia del Madrid Arena tiene unas responsabilidades muy ajustadas y no llegan a la Ley Seca ni a pedirle a nadie de 18 años que renuncie a escaparse de casa, beber, tener sexo sin protección y llegar a casa descalzo a las siete de la mañana. Claro que hay un problema familiar, como dice el fiscal general: consiste en que los padres quieren para sus hijos la misma juventud que esos hijos, cuando sean padres, querrán para los suyos. Pero desde los griegos, o sea que tiene trabajo el fiscal.