Los días contados

El primer éxito o fracaso de Mas lo conoceremos el próximo día 25. Si consigue la mayoría absoluta, tendrá la legitimidad popular que tanto solicita para iniciar su proceso. Si no la consigue, aunque sea por un diputado, su proyecto quedará tocado precisamente por la democracia que tanto reclama. Sobre todo si se queda en 67 diputados, sobre los 68 necesarios, no sólo no habrá recibido el respaldo de la «mayoría excepcional» a la que no se cansa de apelar, sino que se agrandará su leyenda de gafe, y todo el mundo sabe que no hay nada peor que los gafes voluntariosos, porque multiplican la mala suerte exponencialmente y convierten todo lo que tocan en calamidad.

De momento no ha habido casi ninguna encuesta que le diera a CiU la mayoría absoluta, aunque hay que advertir que estas elecciones son tan distintas a otras que cualquier predicción basada en las extrapolaciones tradicionales podría resultar equivocada. Pero si Mas no consigue la mayoría absoluta, no va a poder gobernar. ERC no le va a votar los presupuestos de 2013 si no se compromete a convocar un referendo, sea legal o no lo sea, y no una consulta sin validez legal ni relevancia política, que es lo que de momento tiene en mente el presidente de la Generalitat. ERC también le exigirá a Mas que la pregunta sea clara y que incluya la palabra independencia, una expresión que Mas, de momento, se niega a utilizar.

Tanto el PP como el PSC, por motivos obvios, no van a darle ningún apoyo mientras no renuncie a su aventura, a menos que se vuelvan locos, circunstancia que, tal y como están las cosas en Cataluña, no vamos por el momento a descartar. Los comunistas viven secuestrados de un modo tan demencial por su resentimiento social que de ninguna manera se unirían a lo que ellos, pobres, llaman «la derecha», cuando en realidad CiU no es más que una tieta socialdemócrata que presume de abrigo de pieles pero que lo debe.

Si, por lo tanto, Mas no obtiene la mayoría absoluta, lo más probable es que tenga que volver a convocar elecciones, con todo el desgaste y todo el descrédito que ello significa, de modo que el que salió del 11 de septiembre como un líder indiscutible podría salir del 25 de noviembre con los días contados y con su proyecto finiquitado antes de haberlo podido iniciar.

Mas se ha quedado solo porque ha engañado a todo el mundo. A los independentistas, haciéndoles creer falsamente que su proyecto lleva a la independencia, para conseguir de este modo remontar en las encuestas que al final del verano le daban 54 diputados y bajando; y a España, haciendo ver que el proceso es secesionista para tener una posición más fuerte cuando concluya la farsa y sea el momento de negociar.

Mas se ha quedado solo como los mentirosos y va a fracasar porque es un mediocre y está rodeado de mediocres. Este proceso, lejos de ser épico y sincero, es la jugada personal de un fracasado en prácticamente todo que busca aferrarse al poder a cualquier precio. Ha intentado suplir con mentiras su falta de ideas y de liderazgo, y se siente bien entre mediocres porque él es uno de ellos.

Muchos independentistas, después de tantas decepciones, confunden ya cualquier alboroto con la esperanza, y ahora confían en Mas como cuando la enfermera sale con las bandejas y las pastillas de colores, y los pacientes, con su mirada perdida, creen que son golosinas y la hora de merendar.