La muchedumbre es el crimen
La muchedumbre es el crimen y, ya que desgraciadamente no vamos a poder hacer nada por la vida de las chicas que fallecieron la madrugada de ayer en Madrid, tendríamos que aprender la lección de lo que sucede con los tumultos para que su muerte no haya sido en balde. Hay que educar a nuestros hijos en el rechazo del gregarismo, en el disgusto por la multitudes, en una personalidad más férrea y definida y afirmada en valores que merezcan la pena, sólidos y profundos. Hay que educar a nuestros hijos en un tipo de ocio más edificante y elaborado, y desprestigiar ya desde las primeras conversaciones familiares al tipo de gente que se divierte de modos tan absurdos y negacionistas de cualquier funcionamiento intelectual.
La desgracia del Madrid Arena no es la primera de estas características ni desde luego la última que vamos a tener que lamentar mientras se insista en la organización de esta clase de fiestas tan ordinarias y soeces, tan contrarias a los intereses de la Humanidad, y que dejan estos regueros de degradación y muerte.
Porque ayer conocimos la tragedia de las pobres chicas, pero nos quedamos sin saber la cantidad de sustancias prohibidas que se consumieron en aquel recinto y cómo quedaron los cuerpos y las almas de los que allí estuvieron y que todavía están vivos. Si tuviéramos noticia detallada de ello, si minuciosamente nos enteráramos de cada caso, cientos de ellos nos producirían un estupor comparable a la muerte.
Tal vez no podamos prohibir amontonamientos como el del Madrid Arena, pero sí podemos protegernos de sus catastróficas y previsibles consecuencias no yendo. Dios nos hizo libres y la libertad es siempre una decisión personal, una responsabilidad, y respondemos de ella con nuestra vida. El Estado puede prohibir esto y permitir aquello; puede multarnos, incitarnos o reprimirnos. Pero la libertad es nuestra, la vida es nuestra y la responsabilidad es nuestra. Y somos nosotros y sólo nosotros los que al final decidimos. En esto consiste vivir y seremos juzgados por ello.
Es nuestro deber decidir cómo formamos a nuestros hijos y dotarles de la arquitectura moral adecuada para que puedan resolver con honor los retos que se planteen. Y aunque luego ejercerán su libertad a su manera, podemos educarles en la observación de unos determinados preceptos, en el respeto a la vida y en el prestigio de la excelencia. Tú puedes hacer algo mientras este siglo XXI avanza aterrado de no haber reconocido que la muerte triunfa en la banalidad y en el relativismo. Tú puedes hacer algo porque un hombre se levanta y mira sus misterios. Tú puedes hacer algo y lo contrario es rendirse.
Se van a investigar los hechos, el aforo, las instalaciones. Habrá testigos, versiones contradictorias y uno al que le va a tocar ser el cabeza de turco. Pero al final, el único responsable de esta tragedia y de otras tragedias como ésta eres tú, tu libertad, tu decisión, tu modelo de ocio; y no lo digo para ensañarme con las víctimas ni querría por nada del mundo ser desconsiderado con sus familias. Lo digo porque el próximo padre eres tú y el próximo hijo, tu hijo, y en tus manos está educarle acertadamente; y también lo digo por ti, chica o chico, que tienes casi toda la vida por la delante y muchísimas decisiones -siempre cruciales- que tomar.
Hoy es viernes, sin ir más lejos. Esta noche, a ver adónde vas.