La llave en la puerta

De madrugada, con un ojo puesto en el móvil que reposa en la mesilla por si llega un whatsapp y el oído en la puerta por si suenan las llaves, hizo memoria y no fue capaz de atrapar el momento en el que la niña se hizo mayor. De la noche a la mañana, cambió las piscinas de bolas por las discotecas light, Los Aristogatos por Hannah Montana y la gameboy por el Twitter. En un instante, las fotos de aquel bebé con diadema rosa dejaron paso al perfil de Facebook con sugerente camiseta de tirantes y labios pintados de rojo. En algún momento, Zac Efron fue sustituido por David Guetta y el canal Disney por los macroconciertos de famosos DJ con mucho ruido, mucho alcohol y una marcha que alucinas. Mucho más deprisa todavía, pensó dando vueltas en la cama esperando escuchar la cerradura, llegó el momento en el que ella misma dejó de esperar a la puerta de la discoteca donde sólo se bebe Fanta a las nueve de la noche para despedir a la niña a la una de la mañana, que es cuando ahora se sale de fiesta. Con sus taconazos y tan al descubierto. Ponte algo en el cuello que hace frío y toma un vaso de leche que la madrugada es muy larga y te puedes marear si no tienes nada en el estómago. La cabeza se le fue a la cantidad de veces que siendo un bebé la llevó a urgencias porque la fiebre no le bajaba de 39.

Todavía son las cuatro. Hasta las seis, o las siete, no hay que preocuparse. El WhatsApp guarda silencio; si pasara algo ya hubieran avisado. No quiere ser tan carca como sus padres, que eran capaces de plantarse en la fiesta del pueblo a las cuatro de la mañana para llevarte a casa de una oreja. Menuda vergüenza, aunque cualquiera protestaba. Hay que ser moderno y aceptar que las costumbres y los horarios han cambiado. Ahora no hay diversión si no es a las cinco de la mañana y si no corre generosamente la ginebra por las venas.

Las cinco y al fin y al cabo tiene suerte. A ella nunca le ha pasado nada. Ha recibido una buena educación. Pero a estas horas y en una fiesta como las tres o cuatro que hay cada año en el Madrid Arena, nada bueno puede uno encontrarse. Ya se sabe cómo son esas fiestas, y los padres que no lo sepan deberían informarse. Miles de personas sin poder moverse, chicas mareadas que descontrolan, se marean y vomitan, menores con alto riesgo de caer en coma etílico. Un macrobotellón con ruido ensordecedor, cañones de luces que hacen perder el sentido de la realidad y DJ que enloquecen el cerebro. Un vecino de esta misma calle recogió a su niña en coma etílico la semana pasada. De muy buena familia, por cierto. Una pena.

Las seis y se va acercando el momento crítico. Un poco más y escuchará la llave en la puerta. Todo en orden. Vendrás cansada, un Cola Cao calentito y a dormir. Por el pasillo, pensó en los padres que no han tenido tanta suerte y nunca llegaron a escuchar la llave en la puerta.