Pompa y circunstancia

BARRAS ILUSTRES /PHILHARMONIC DINING ROOMS

Ninguna ciudad del mundo tiene tantos pubs como Liverpool. Ninguna ciudad británica registra, proporcionalmente, tantos ingresos hospitalarios por crisis etílica. Y sólo una catedral anglicana tiene dentro un bar, desde el que se puede oír misa: la de Liverpool. Resulta lógico, por tanto, que la Capilla Sixtina de los bares se encuentre en Liverpool. Todo es gigantesco y ampuloso, incluso el nombre, en el Philharmonic Dining Rooms, un pub catedralicio, lujoso y hortera a partes iguales. Pura pompa y circunstancia, como el famoso himno ceremonial.

Para hacerse una idea, un detalle: los urinarios masculinos figuran en el catálogo de monumentos protegidos. Se ofrecen, con bastante éxito, visitas guiadas para mujeres. El renacimiento de Liverpool se anuncia, más o menos, cada 10 años. Eso demuestra las dificultades de una ciudad que fue potencia industrial y decayó en la posguerra, hasta sufrir el puntillazo final con el thatcherismo. Los vestigios de la antigua gloria, como los muelles, han sido reconvertidos en museos y centros turísticos. La vida nocturna es intensa. The Cavern (que no está siquiera en su lugar original) y otros santuarios del culto a The Beatles atraen a numerosos visitantes. Pero Liverpool sigue sufriendo. Cinco de sus barrios figuran entre los más pobres del Reino Unido, una parte notable de la población vive de subsidios y algunas zonas parecen haber sido bombardeadas la noche anterior. El Philharmonic es una de las joyas que dejó la época dorada, que alcanzó su cénit a principios del siglo XX. Se construyó en 1900 frente a la sede de la Orquesta Filarmónica, de ahí su nombre, para el cervecero Robert Cain, un hombre que comenzó su vida como grumete y aprendiz de hojalatero y llegó a ser uno de los magnates más ricos de Inglaterra. Cain, ennoblecido y poderoso, lo quería todo a lo grande.

El Philharmonic, mucho más conocido como Phil, refleja su personalidad y sus gustos. El edificio, en la esquina de las calles Hope y Hardman, no puede definirse como elegante. Pero la combinación de torretas, cenefas, desniveles, balcones, arquitraves y relieves ha adquirido, con el tiempo, una cierta gracia kitsch. Resulta espectacular, aunque no tanto como los interiores. Uno puede pasar 10 minutos dentro del Phil sin beber una gota de alcohol y salir ebrio, por el puro impacto visual. Hay que insistir en que no se habla de elegancia, sino de exceso y barroquismo. Con las toneladas de caoba, latón cromado (del mejor, del que se utilizaba en los grandes buques decimonónicos), mármol y yeso empleadas en la decoración se podría construir una pirámide de buen tamaño. Y luego están los famosos urinarios, en mármol rosa. Quizá su fama sea excesiva, pero no es probable que exista nada igual en el ámbito del estilismo, subapartado mingitorios gigantes.

El Phil es grande, muy grande, y cuenta con diversos espacios. En otro tiempo disponía de un reservado en el que los precios eran más altos y se exigía elegancia en la vestimenta. En ese espacio se organizan ahora veladas de karaoke. Así es la vida. En cualquier caso, la Grand Lounge del fondo mantiene una prestancia extraordinaria, los mosaicos de la kilométrica barra principal valdrían para un templo romano y las dos coquetonas salitas forradas de caoba, llamadas Brahms y Liszt, como los sofás en cuero y las alfombras, evocan los más selectos clubes londinenses.

Podría pensarse que los nombres Brahms y Liszt constituyen, como el nombre del propio pub y los abundantes motivos musicales en la decoración, un homenaje a la Filarmónica de Liverpool. No es así. En el argot popular, estar brahms and liszt significa estar pissed, es decir, borracho. En el piso de arriba, recién restaurado, se sirven comidas. La cocina es supuestamente selecta, imaginativa y refinada. En realidad, se limita a cumplir con el expediente. Quienes acuden a comer o a cenar no lo hacen por la exquisitez de los platos, ni por los precios ajustados, sino por el escenario. John Lennon mencionó una vez el Phil. Mientras los Beatles filmaban la película Help en las Bahamas, Lennon definió la fama como «eso que te impide tomar tranquilamente una cerveza en el Phil». A partir de ahí se formó una leyenda según la cual Lennon y sus compañeros eran habituales del pub. Evidentemente, los cuatro beatles, y en especial Ringo Starr, pasaron por el Phil, como han pasado casi todos los habitantes de Liverpool, pero a principios de los 60 ese lugar era demasiado pretencioso y adulto para los veinteañeros locales. Sigue siéndolo, en realidad. La parroquia es numerosísima, cosa normal en un local tan grande, e interclasista. Profesores universitarios, músicos de la Filarmónica, abogados, albañiles, desempleados de larga duración, funcionarios y turistas, muchísimos turistas, se codean en el Phil.

No es el lugar, sin embargo, para vivir una noche loca. Al contrario: su respetabilidad, y la abundancia de testigos, han hecho del Phil el pub predilecto para quienes, tras conocerse en internet o a través de una agencia, acuerdan una prudente primera cita. El Phil pertenece a la empresa cervecera Nicholson, que ofrece en su mejor pub sus productos estelares. Las ale de temporada son de lo mejor que se puede beber en el Reino Unido. Se estima que siete pintas constituyen la cantidad adecuada para salir del Phil perfectamente brahms and liszt.

Mañana:

Alinea

Dirección:

El Philharmonic Dining Rooms está en el número 36 de la calle Hope, Merseyside, Liverpool

Especialidad:

La pinta de cerveza, el trago más obvio, cuesta entre tres y cinco libras (de cinco a siete euros, más o menos). Las ‘ale’ de temporada, de lo mejor que se puede beber en Reino Unido.