HE PASADO la jornada de ayer leyendo Fuego y cenizas, el libro en el que Michael Ignatieff explica la peripecia que le llevó a dejar la Universidad de Harvard para convertirse en líder del Partido Liberal de Canadá entre 2008 y 2011.
Naturalmente fracasó porque pretendió ser coherente con sus ideas y, como él mismo subraya, lo que un político puede hacer no depende de su voluntad sino de las circunstancias, del momento, como diría Maquiavelo.
La política es el arte de lo posible, de lo que se puede hacer aquí y ahora de suerte que la principal habilidad de un líder es elegir ese momento adecuado. Las ideas son accesorias, pero el manejo del tiempo jamás. Maquiavelo descubrió esta amarga verdad en su exilio, cuando fue repudiado por aquellos a los que había rendido sus servicios como diplomático.
Llevo 35 años en el periodismo y en este periodo he conocido a los principales dirigentes políticos de este país y todos me han decepcionado, excepto quizás Suárez. Ninguno ha podido llevar a cabo su programa y todos han acabado traicionando sus ideales. Han cerrado los ojos a la corrupción, han practicado el amiguismo, se han dejado arrastrar por la vanidad y han antepuesto los intereses de su partido a los de la nación.
España es hoy un país con más prosperidad que hace 40 años y existen elevadas cotas de libertad. Pero a la vez se ha ido consolidando una casta política en los grandes partidos que parece imposible de desalojar del poder. A pesar de su fuerte descenso electoral, PSOE y PP han sido los partidos más votados y ambos cuentan con el suficiente apoyo para bloquear las reformas que necesita este país.
Muchos analistas dirán hoy que se han abierto las puertas a un cambio, pero yo no lo veo así. Lo que empieza a cobrar visos de realidad es un gobierno de coalición entre PSOE y PP para apuntalar el sistema y para que la clase política siga manteniendo sus privilegios.
Podríamos concluir que estas elecciones lo han cambiado todo para que todo siga igual porque el ascenso de las pequeñas formaciones –con un voto extraordinariamente fragmentado– sólo va a servir para que PSOE y PP se unan no ya para abordar esas reformas sino para lo contrario: apuntalar unas instituciones que se derrumban y fingir que vivimos en el mejor de los mundos posibles.