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  • Ruben Amon

Tiempos modernos

LA PROPAGANDA y el posibilismo del PP han convertido las elecciones dominicales en una réplica del 20-N. Tanto las ha ganado Rajoy como las ha perdido Rubalcaba, de forma que semejante interpretación y simplificación electoral no sólo legitimaría la política de austeridad. También representaría un impulso plebiscitario a los eventuales recortes.

El problema es que la evidente agonía política de Rubalcaba no justifica la euforia temeraria del PP. Temeraria porque se pretende trasladar que Rajoy ha ganado las elecciones gallegas mientras que las vascas las ha perdido Basagoiti. Temeraria porque el presunto plebiscito de Galicia subestima los méritos concretos de Núñez Feijóo. Temeraria porque el rescate político de Santiago Apóstol relativiza la envergadura del frente independentista en el País Vasco. Y temeraria porque la paradoja de estos comicios periféricos consiste en que la gran revelación ha sido precisamente el candidato más anciano de cuantos se presentaban: Xosé Manuel Beiras.

Su aspecto patriarcal y su discurso alternativo lo convierten en un tipo simpático y extravagante. Nos cae bien Beiras porque sabemos que no va a gobernar, pero la sorpresa de su resultado desahucia a los sabuesos del CIS -le otorgaban un escaño y ha ganado nueve- y se antoja un síntoma preocupante del antisistema.

No porque vaya a producirse una revolución en las calles, sino porque la heterogeneidad de los indignados, los cabreados, los escépticos y los humillados aspira a canalizarse en un líder representativo. Pretendió desempeñar el papel Mario Conde mendigando entre las parroquias y los militares retirados, pero el retrato robot en el imaginario de la izquierda desclasada colinda con la retórica bolivariana y al perfil senatorial de Beiras.

Resulta asombroso su parecido físico con Beppe Grillo. La diferencia es que el humorista italiano no parece resignado al papel de una extravagancia territorial, sino a un fenómeno transversal que amenaza la supervivencia de la casta política. La italiana en primer lugar. Y cualquier otra en cuanto surja un mesías accidental. Exactamente igual que Chaplin recogiendo del suelo la bandera roja sobre el asfalto caliente de Tiemposmodernos.