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La luz de la cuchilla

Arnaldo Otegi, a quien llamaban El Gordo en su época de terrorista activo, debería conocer por experiencia aquel eslogan del agua mineral Font Vella: «No pesan los años, pesan los kilos». Antes de escribir las surrealistas confesiones de su libro El tiempo de las luces, que tanto debe a la gran novela de Alejo Carpentier El siglo de las luces, Otegi debió de pensar: «No duelen las palabras. Duelen los tiros».

A mí me parece un homenaje muy pertinente. Tal como destacaba justamente el malogrado Horacio Vázquez Rial, en un escrito que no era tanto la crítica de un libro como una crónica de su tiempo, el símbolo de la ilustración en la obra del autor cubano era la guillotina, transportada al nuevo mundo en la popa de un carguero.

Víctor Hugues, acusador público durante El Terror, lleva la máquina en su papel de acusador público. «Había llegado a pedir [...] que la guillotina se instalara en la misma sala de los tribunales, para que no se perdiera tiempo entre la sentencia y la ejecución». Jamás hubo definición que se ajustara tanto a la revolución cubana y al terrorismo etarra.

Tantos años después, a Otegi le duelen las palabras: «La izquierda abertzale ha reconocido el dolor causado, y yo quiero ir más allá y decir que, si en mi condición de portavoz he añadido un ápice de dolor, sufrimiento o humillación a las familias de las víctimas de las acciones armadas de ETA, quiero pedirles desde aquí mis más sinceras disculpas, acompañadas de un 'lo siento' de corazón».

Otegi fue condenado por el secuestro del empresario de Michelin Luis Abaitua, lo cual vendría a explicar su solidaridad corporativa con Bolinaga, un maestro en su misma disciplina. Podría haber lamentado sus propios hechos, haberse arrepentido de sus acciones y del dolor que éstas causaron a personas inocentes, pero ese «sufrimiento» es un excelente calambur que explica con bastante claridad esta tragedia.

Otegi lamenta sus palabras en condicional, «si es que», pero no lamenta sus acciones condenadas por los jueces. Las admite, sí; él practicó la lucha armada, pero «durante el franquismo». El secuestro de Abaitua fue en el 79, tres meses después del referéndum constitucional. Cinco años después se integraba con ETA VIII Asamblea en ETA (m). En 1987 fue detenido en su condición de terrorista en suelo francés, entregado a España y condenado, sin que en ningún momento se supiera que había abandonado el terrorismo. En octubre de 1990 fue puesto en libertad condicional sin el menor gesto de arrepentimiento, ni siquiera de distancia.

Es el relativismo de las palabras y las fechas. Ibarretxe dio una clase magistral de historia en Oxford en noviembre de 2002, ante los altos cargos de su Gobierno, los periodistas del séquito y un selecto grupo de hispanistas becados que disimularon como putas mientras el lehendakari Juan Josué les explicaba que la dictadura franquista duró desde 1939 a 1979. En fin, así está el tema.