Es asombroso que haya todavía gente empeñada en creerse que la independencia de Cataluña no es factible o que, según un terminacho de éxito, el nuevo Estado sería «inviable». Si son viables Mauritania, Moldavia o Montenegro, ¿cómo no va a serlo Cataluña? Será más pobre que dentro de España, seguramente, pero viable, por supuesto que lo sería, es decir, que lo será. Y aún resulta más sorprendente oír que la separación de España no puede producirse porque la mayoría de los catalanes no es separatista. ¿Y cuándo le ha importado la democracia al nacionalismo? La mayoría de los vascos tampoco lo es, y sin embargo la traición de Zapatero y el entreguismo de Rajoy los abocan a una independencia gestada y gestionada por el PNV y la ETA. ¿Alguna vez ha habido una mayoría de vascos favorable al terrorismo? ¿Y eso ha impedido a los etarras asesinar, chantajear y aterrorizar desde hace casi medio siglo? A la vista está que no.
El nacionalismo, como toda doctrina colectivista, no obedece a la opinión pública sino que la impone. Lenin, Mussolini y Hitler crearon una opinión opinada y la impusieron, precisamente porque no les importaba la libertad. Pero sólo se impusieron por la debilidad del zarismo, la monarquía italiana o la República de Weimar; por la desmoralización, cobardía, ceguera o chaqueterismo acomodaticio de las clases dirigentes. ¿No es eso lo que está sucediendo en Cataluña? A la vista está. Lo terrible es que nadie en Rusia, pese a la intentona de 1905, se tomó en serio el bolchevismo, ni en Italia el fascismo, ni, por supuesto, en Alemania al payasesco «cabo austríaco», que, como Lenin, también fracasó en su primer golpe de Estado pero acabó implantando en la calle y luego en las urnas su régimen de terror, con un discurso victimista y revanchista, amén de antisemita. Pero Hitler anunció en Mein Kampf lo que luego hizo, como Lenin en sus obras y Mussolini en sus periódicos. ¿Esperaron a la opinión pública? No. Arrearon al rebaño y allá fueron las ovejas. Pero recuérdese que los primeros en someterse al despotismo fueron los grandes empresarios y las instituciones, Hindenburg o el Rey de Italia. Lo mismo pasa hoy en Cataluña ante la estupidez y la corrupción de las instituciones españolas.
Dice Mas que «sin pacto fiscal, el camino a la libertad de Cataluña está abierto». Por favor, no se priven más de su libertad, pero dejen de privarnos de la nuestra. Y a pedir, a la calle.
>Videoblog de Carlos Cuesta: La escopeta nacional. Hoy: La deuda de Mas, también es nuestra.