VERSTRYNGE, UN "OKUPA" CON SEIS PROPIEDADES

Además de su chalé, el ex delfín de Fraga, hoy ultraizquierdista, tiene cinco pisos de alquiler en un selecto barrio de Madrid. Dos hijos le han «salido» banqueros

Hasta que la Policía desalojó La Salamanquesa, los asiduos de esta casa okupa madrileña no estaban al corriente del ajetreado pasado político del camarada Jorge. Allí lo conocían como el sesentón que les regalaba bocatas de jamón cada domingo, como el intelectual de porte aristocrático que encendía los debates con sus proclamas antiglobalización... Nada les hacía sospechar que, hace 30 años, el tal Jorge fue el delfín de Manuel Fraga, ex ministro de Franco, en Alianza Popular (AP).

-¡Para los chicos eso es la prehistoria! ¡Odian mucho más a Aznar y Esperanza Aguirre!-, se ríe ahora el ex político, de 63 años.

Hay otro detalle de la biografía de Verstrynge que los chicos de La Salamanquesa siguen ignorando. Que el hombre que pregonaba el boicot a la banca y clamaba contra los desahucios es, al mismo tiempo, un gran privilegiado del sistema que ansía derrocar. Esta es la historia de Jorge Verstrynge: un okupa multipropietario.

El ex número dos de AP recibe a Crónica en su casa de Fuente del Berro, a tres manzanas de la casa okupa cuyo desalojo ha devuelto su apellido a los titulares de prensa. El casoplón, valorado en un millón de euros, luce unos 200 m² repartidos en varias plantas, más un espacioso patio. Está ubicado en una zona en la que hoy vive la actriz Aitana Sánchez Gijón y de la que fueron ilustres vecinos el ex presidente de Telefónica Luis Solana y la mismísima hija del rey, la infanta Elena.

En los últimos 15 años, Verstrynge ha montado un pujante emporio de ladrillo alrededor de su casa. Su cartera inmobiliaria ya cuenta con cinco pisos, que alquila a universitarios. Además, su esposa, Mercedes Revuelta, gestiona una residencia estudiantil de 20 habitaciones en la misma zona del barrio de Salamanca, bastión de la derecha madrileña. El negocio funciona: se le calcula una facturación bruta de unos 24.000 euros al mes, antes de pagar los gastos de mantenimiento

El ex político se recuesta en su sofá del salón de casa. La luz del patio se cuela sobre en la amplísima estancia. Las paredes están repletas de estanterías con libros. Los muebles denotan la cuidadísima dejadez de la gauche caviar. Verstrynge da sorbitos a la deliciosa limonada que prepara René, su hijo pequeño, mientras charla animadamente sobre política.

-Señor Verstrynge, usted apoya la okupación, ¿no?

-Hay tres millones de pisos vacíos y 1,5 millones sin vender. Al mismo tiempo, hay miles de desahucios al año. Eso habrá que resolverlo de alguna forma... Nos tratan como a ganado.

-Usted tiene esta casa, alquila pisos... ¿Qué haría si los okupan?

Su esposa Mercedes, presente en el salón, interrumpe la charla de cuajo: «De eso no vamos a hablar. Tenemos una pequeña empresa de alojamiento de estudiantes. Con la campaña que han lanzado contra nosotros, hablar de eso nos puede hacer mucho daño».

La presunta campaña arrancó el viernes 25 de mayo, a raíz del desalojo de La Salamanquesa. El edificio, vacío desde hace un par de décadas, había sido okupado a finales de 2011 por vecinos y militantes del 15-M. Una iniciativa que, desde el principio, contó con la bendición de Jorge Verstrynge. «Fui a ver al concejal y me dijo: "No les voy a echar, que no está el país para echar gente"», asegura. «En esa época, pensábamos que los chicos iban a dormir ahí, aunque luego fue sólo un centro cultural».

Allí acudía Verstrynge los domingos, a las comidas populares, con sus bocatas de jamón y sus bidones de agua. También asistió a alguna representación teatral y participó en los debates de la comisión política del 15-M en el barrio de Salamanca. «Se reunían en sitios que nosotros les preparábamos», dice, refiriéndose a su mujer.

-¿Se considera antisistema?

-Sí. ¿Cómo va a ser uno prosistema con la que están cayendo?

-Eso recuerda a un lema del 15-M: «El sistema es antinosotros».

-Lo suscribo... Pero este sistema va a petar.

Pese a las promesas del concejal, el desalojo se produjo hace nueve días. En cuanto se enteró de que había «seis lecheras» en la casa okupa, Verstrynge se plantó allí. Primero, medió con la comisión judicial para que les dejaran sacar los trastos. Luego, dio sus datos a la Policía y se arremangó para ayudar en la mudanza. Suficiente para que, ese mismo día, su caso saltara a los medios con un vistoso titular: «Verstrynge: el burgués okupa».

-Viendo cómo vive, ¿entiende que la gente le llame así?

-En eso no vamos a entrar-, interrumpe de nuevo su mujer, una de las militantes más activas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Madrid.

Él, sin embargo, sí entra al trapo: «Te voy a contestar: tengo 63 años, me gano la vida».

Ahí se quedan las explicaciones de Verstrynge sobre su actual fortuna. Eso sí, recalca que al abandonar el Congreso en 1989, recién divorciado y con dos hijos, le tocó buscarse la vida. «Yo estaba en política para servir, no tenía ni un duro», recuerda. «Dirigí un campo de golf, vendí felpudos, comercié con artículos de limpieza... Hasta que, poco después, volví a la Universidad».

SU ÚLTIMA LECCIÓN

Allí sigue hoy, en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, donde enseña Sistemas Políticos Comparados a cambio de «dos mil y pico» euros al mes. Este miércoles, celebró su última clase antes de tomarse un año sabático. «Daré conferencias sobre economía y la Tercera República», explica. «Y, cuando vuelva, me prejubilaré... Si es que sigue existiendo eso...».

A su nómina como profesor se suman sus ingresos como tertuliano de poso intelectual y discurso ultraizquierdista. Últimamente ha colaborado con La Noria (unos 400 euros por programa) y Las Mañanas de Cuatro (unos 150 euros). También cobra por sus artículos, sus libros, sus conferencias...

Entre las charlas, destacan las que, de vez en cuando, pronuncia en Venezuela. Durante años, fue asesor del general Baduel, ministro de Defensa de Hugo Chávez. Tal era su predicamento en el ejército bolivariano que le compraron 30.000 copias de su ensayo La guerra periférica y el Islam revolucionario para repartirlo entre sus soldados.

Pero, de lejos, la mayor fuente de ingresos de su familia es el ladrillo. En los últimos 14 años, ha adquirido, al 50% con su segunda esposa, cinco inmuebles en el barrio de Salamanca [66,64% de votos al PP en las generales del 20-N]. Se los alquila a universitarios que abonan 440 euros al mes por una habitación individual y 330 por persona una doble. A tres dormitorios por apartamento, ingresaría unos 7.000 euros al mes.

Su primera inversión, en 1998, fue un apartamento de 71 m². Después vino otro de 56 m² en 2000... Más tarde, un piso de 70 m² en 2002... Tres años después, un local comercial de 86 m²... Y, finalmente, heredó un piso de 37 m², según datos del Registro de la Propiedad. «Pero de eso no hablamos», insiste su esposa. «¿Acaso te preguntamos a ti cuánto ganas?».

La otra pata del negocio familiar es la residencia La Luna. El edificio, ubicado frente al domicilio de los Verstrynge, lo heredó Mercedes en 2001 junto a tres hermanos. Ahora, ella gestiona como autónoma las 20 habitaciones de la residencia, que incluyen pensión completa, lavandería y limpieza. A cambio, los universitarios pagan 910 al mes por una habitación individual y 780 por persona una doble. A pleno rendimiento, el negocio facturaría unos 17.000 euros al mes.

Pero la joya del emporio inmobiliario de los Vestrynge es el chalé familiar. Hace más de 20 años que lo compró, en parte con dinero de su herencia materna. Allí vive ahora con Mercedes y su hijo pequeño, Rene. Su otra hija, Lilith, se ha marchado a estudiar a París. Mientras, los dos mayores, Eric y Sigfrido, de su anterior matrimonio, con María Vidaurreta, ya se han independizado. Y, ¡horror!, le han salido banqueros.

-¡Con lo que usted critica a la banca!

-Los chicos tienen que ganarse la vida...

-¿Cómo lo lleva?

-Habría preferido que fueran economistas como Joseph Schumpeter o John Maynard Keynes. Pero no salió así...

-Es como si a un padre normal le dicen que su hijo es okupa...

-Varía según los chicos, no todos piensan igual. De mi padrastro, que era estalinista, aprendí a tolerar las diferencias. Nunca me negó dinero para mis lecturas ni me imponía sus puntos de vista.

Eso sí, Verstrynge tampoco deja que su bienestar material de próspero casero apacigüe sus ideas políticas. Tras su insólito viaje de la derechona al anticapitalismo, con una breve escala en el PSOE, hoy admite que está «más a la izquierda y más enfadado» que nunca. Aún recuerda cómo, semanas antes del 15-M, pegó «un chorreo» a sus alumnos por no movilizarse: «¡Sois la vergüenza de Europa! ¡Mirad lo que hacen en Grecia!».

Tras la acampada en Sol, tuvo que zamparse sus palabras. Hoy, sin embargo, pide al 15-M que sea más duro. Literalmente, ha sugerido que cambien las manos en alto por un puño cerrado. «Hay que hacer así [imita un puñetazo] contra el sistema y contra la casta que ha dominado el sistema», dice.

-Eso que dice puede asustar a la gente, suena violento...

-Creo que la gente está asustada por otras cosas. Por la que se les viene encima.

Luego, recurre a una peculiar estadística para pronosticar una revolución inminente. Asegura que si se recorta el gasto público un punto del PIB, las posibilidades de motines y protestas aumentan un 33%. «Cuando se llega a cinco puntos, como en España, las posibilidades se disparan al 66%... Estamos en un momento prerrevolucionario clarísimo», dice.

-¿Puede estallar la revolución en los próximos meses?

-La gente no puede más. Para ampliar un año el plazo del déficit, la UE nos pide que subamos el IVA. Mientras tanto, la Iglesia no paga, los ricos no pagan...

Ante esta situación, el multipropietario anticapitalista lanza varias ideas para socavar el sistema. Por ejemplo, la huelga de consumo: «Es perfecta: es anónima y golpea el corazón del sistema».

-¿Usted la practica?

-Sí, cuando una empresa deslocaliza su producción fuera de Europa, no consumo sus productos.

-También aboga por estafar a las aseguradoras y boicotear los bancos...

-Quien roba a un ladrón tiene 100 años de perdón.

-Pero estafar a una aseguradora es un delito... ¿Lo ha hecho?

-Yo no, pero lo entiendo perfectamente...

-¿Tiene cuenta bancaria?

-Sí. Pero cuando hay campañas para retirar dinero tal día de un banco, yo participo. Saco el máximo que me da la tarjeta. Aunque luego lo tienes que volver a meter...

-Puede guardarlo en el colchón.

-Entre otras cosas no tengo tanto como para meterlo bajo el colchón. Y tengo que pagar nóminas, domiciliar recibos...

Aunque tache de «utópico» el 15-M, sí que le reconoce dos méritos. Uno: «Ha abierto el debate, ha dejado que entrara aire, porque olía a mierda por todas partes». Dos: «La gente se ha dado cuenta de que puedes desalojar a 200 personas de Sol, pero no a 20.000. Ahora, la masa sabe que puede cambiar las cosas. ¿Y si convencemos a la gente de que no pague impuestos? ¿Nos van a meter a todos en campos de concentración?».

-¿Propone la insumisión fiscal?

-Si está justificada, sí.

-¿En la situación actual?

-Sí, está justificada. Tomar la Bastilla o el Palacio de Invierno ya no sirve de nada. El poder está muy difuminado. Pero sí puedes colapsar el sistema con el boicot a la banca, la huelga de consumo...

Aunque el 20-N votó a IU, se define como un «electrón libre» ajeno a los partidos. Asesta mandobles por igual a Zapatero -«sucumbió al chantaje europeo de los recortes»- y a Rajoy: «No es mala persona, pero rehúye los conflictos, deja que se pudran... El problema es que la situación está ya tan podrida que esto se va al garete».

De los políticos de su quinta, como Rajoy, con quien coincidió en AP, desconfía desde hace años. Así lo ha dejado escrito en un reciente ensayo, ¡Viva la desobediencia!: «No cabe esperar mucho de mi generación, que por desgracia se ha dejado comer por los pies. Nuestros hijos, quizá...»

De ahí su querencia por casas okupas como La Salamanquesa. Dice que acude allí a escuchar, que apenas interviene en las asambleas. «Parecería que voy ahí a dar lecciones», dice. «¿Cómo quieres que dé consejos si mi generación ha hecho una mierda al final?».

-¿Nunca habla?

-Cuando me preguntan, contesto. Pero tienen que salir líderes nuevos, a los que no puedas reprochar si han estado aquí o allá, si tienen dinero o no...

Llega la hora de que Verstrynge se marche a un examen en la universidad. Eso sí, antes le toca hacerse un retrato. Mientras su esposa negocia con la fotógrafa, él aprovecha el descuido para hacer un aparte con el periodista.

-No enciendas la grabadora, pero pon esto en tu artículo. ¿Sabes lo que respondo a los que me llaman burgués okupa?

-¿El qué?

-Que les den por culo.