Estar en el inicio de la escapada es ahora la clave

LA FOTOGRAFÍA de la mesa del G-8 que publicamos ayer en la que aparecen seis líderes europeos y no hay ningún español debe hacernos pensar. Porque en el núcleo duro de los que toman decisiones en el mundo, además de los dos representantes de las instituciones de la UE, están las cuatro naciones más importantes del continente y el corte se produce en el quinto, que somos nosotros. Hubo un momento, durante el Gobierno de José María Aznar, que pudimos hacernos ilusiones de ingresar en ese selecto club, pero -incluso tras superar a Italia en PIB per cápita en 2008- nos tuvimos que conformar con la silla que nos prestó Francia para sentarnos en el G-20, que de todas formas se consideró un logro de Zapatero porque nunca antes habíamos estado en un foro similar.

Hoy, España se mantiene en el G-20, pero desgraciadamente la dureza con la que la crisis le ha atacado ha hecho mella en su credibilidad. No olvidemos que cuando Mario Monti y Mariano Rajoy asumieron el poder con un mes de diferencia a finales del año pasado, la prima de riesgo italiana se encontraba por encima de la española y ambos países cotizaban a la par en los mercados como candidatos a ser intervenidos. Hoy, muy pocos dudan del Gobierno Monti, mientras que el Ejecutivo Rajoy, ya sea por las autonomías o por el sistema bancario, sigue en boca de los analistas. Tan importante como la realidad económica son sus apariencias. Ni siquiera sirve, como publicamos hoy, que el FMI no sólo diga que el 70% del sector financiero está sano sino que puede aguantar hasta una caída del 4% del PIB. No faltarán quienes hagan hincapié en que ese 30% restante -y ahí se incluye a Bankia, nacionalizada y en proceso de recapitalización- pone en peligro la capacidad de recuperación de España.

Por eso es muy preocupante, una vez aceptada por el G-8 la tesis de la compaginación de la austeridad con el crecimiento, que en esa reunión se haya decidido convocar un encuentro a principios de junio sobre los estímulos económicos en la zona euro -preparatorio de la cumbre de líderes europeos que se celebrará a finales de ese mes- en el que estarán Angela Merkel, François Hollande y Monti. España queda de nuevo fuera de otro foro en el que se toman decisiones. Rajoy, buen aficionado al ciclismo, sabe perfectamente que cuando un corredor no toma la rueda buena en el principio de una escapada y pierde unos preciosos segundos en esos primeros momentos, puede llegar a la meta totalmente descolgado. Sería muy grave esta discriminación porque perderíamos capacidad de influencia en la implementación de las primeras medidas de estímulo. Pero mucho peor sería la imagen que los principales líderes europeos transmitirían a los mercados al separar conscientemente a España de su lado: nos colocarían más cerca de Portugal e Irlanda, con todo lo que ello supone de encarecimiento de la financiación de nuestra economía.

En estos momentos, el papel de Merkel es vital y debe respaldarnos con más decisión. Como se ha visto en la cumbre del G-8, Rajoy es casi el único valedor de la política de rigor fiscal propugnada por la canciller alemana y, al menos por eso, debería recompensarle con un apoyo más firme. Merkel pidió ver a Rajoy ayer en Chicago y tras la conversación el presidente del Gobierno dijo que la canciller alemana apoya las reformas emprendidas, en especial el «ejercicio de transparencia» que realizará la banca española, y sugirió que otros países deberían hacer lo mismo. Sea bienvenido el nuevo aval, pero el Gobierno debe hacer un esfuerzo suplementario para no perder rueda ahora que parece iniciarse un proceso de reconstrucción de las economías.