La política amante de los penes

Médico y ex diputada suiza, inaugura en París una muestra acerca del órgano masculino y lleva con sorna el significado de su apellido en español

La médico, política y galerista Barbara Polla. / R. V.

Cuando Barbara Polla era diputada suiza recibía cada dos días un correo electrónico, fotos adjuntas, de algún parlamentario español que la prevenía del homónimo de su apellido. «Me decían que era la política más célebre en España. ¡Es gracioso!», dice con un admirable sentido del humor. La sonrisa se vuelve carcajada cuando se le pregunta quiénes eran los remitentes de los jocosos mensajes de iniciación a la lengua castellana. «Fue entonces cuando aprendí lo que significaba mi apellido, gracias a que me lo enseñaron mis colegas españoles», esquiva la pregunta.

Médico, política, escritora y galerista, esta «estudiosa del cuerpo» nacida en Ginebra acaba de inaugurar en París la muestra Beautiful penis, un viaje a la poética de la virilidad. «Cuando escribí mi libro Tout à fait femme me pregunté por qué las representaciones positivas del órgano masculino eran tan escasas en la historia del arte, de ahí surgió la idea de la exposición», explica.

A sus 62 años, Barbara tiene rizos alegre dorado y ojillos de niña deseando descubrir el mundo. Curiosa por naturaleza, se ha pasado toda su vida investigando entre bisturíes de papel y órganos de lienzo, siempre dentro y fuera del cuerpo. El cordón umbilical entre la medicina y el arte está claro: «La pasión por el cuerpo, su estudio, el análisis de sus formas», dice.

También es evidente el salto entre el papel y su batuta de acuarela: «Como investigadora he escrito mucho y en las tesis tienes que ser preciso pero a la vez saber contar una historia. Como galerista muestro imágenes de otros y las acompaño de mis reflexiones».

La política llegó después, cuando con 40 años la niña inquieta que lleva dentro volvió a pedir el cambio. En el país de esta Alicia nunca es tarde para reinventarse: «Tras haber dedicado toda mi vida a mis hijos y a mi trabajo como médico, me di cuenta de que quería saber más sobre el mundo y una de las mejores vías para conocerlo es la política».

Otra vez de mudanza, del quirófano a la Asamblea, la mujer de apellido comprometido encontró lo que buscaba. No sólo sació su hambre de mundo sino que fue elegida diputada nacional (1999-2003). Después llegó la derrota. «Ahora lo vemos en Francia con Nicolas Sarkozy. Un tropiezo en política es un fracaso y se vive como tal, pero aprendí mucho de eso y ahora vivo más en armonía conmigo misma», explica.

Se le cerraron las puertas del Congreso, pero se le abrieron las de su galería de arte. De nuevo del escaño al muro, la niña curiosa vuelve al kilómetro cero. «Me gusta el contacto con los artistas porque en su viaje de introspección van a lo fundamental de las cosas. Trabajan el ego pero no como algo negativo, sino como una herramienta de reflexión que les hace más auténticos».

Aunque ha escrito varios libros de temática feminista, tiene muy claro la diferencia entre ellas y ella, las que piden y la que busca, las que reivindican y la que conquista. «Las feministas tradicionales que reivindican piden, mientras que la conquista supone salir a la búsqueda de lo que se quiere encontrar. La reivindicación es una emoción negativa porque depende del otro, mientras que la conquista sólo depende de uno mismo», explica.

Aunque vive a caballo entre Ginebra -donde residen su marido y sus cuatro hijas- y la capital francesa, ella, poliédrica inquieta, pincel y bata blanca, papel y lienzo, es mujer de una sola ciudad. «Amo París como si fuera una persona», explica esta curiosa «amante de la vida», auténtica y conquistadora.