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  • Salvador Sostres

Penúltimas traiciones

Guardiola y Vilanova, en el banquillo. / REUTERS

Unos minutos antes de la extraña rueda de prensa que Guardiola ofreció para explicar que se marchaba, Rosell le anunció al todavía entrenador del Barcelona que su sustituto iba a ser Tito Vilanova. Guardiola no sabía nada. Su ayudante y confidente le había ocultado, a petición del club, las negociaciones que habían comenzado a principio de año. Pep, desconcertado, le pidió a Rosell que no lo hiciera público hasta que no lo hubiera podido hablar con su amigo. El presidente del Barça accedió a tal petición, pero en medio de la rueda de prensa soltó la noticia como todo el mundo pudo ver, y también Guardiola, que reaccionó con su típica mirada de mala leche.

Rosell culminaba así una larga historia de deslealtades con el mejor entrenador de la historia del Barça: retirarle la presidencia de honor a su maestro Johan Cruyff, perseguir judicialmente al presidente que le fichó, abandonarle a su suerte frente a los ataques sobre árbitros y dopajes y un largo etcétera que fue, poco a poco, minando su ánimo y agotando sus ganas de continuar.

Por lo tanto,a pesar de que la marcha de Guardiola ha sido voluntaria, se habría podido evitar si la directiva y el presidente hubieran querido realmente retenerle en lugar de irle empujando hacia la puerta. Dicho de otro modo: si todavía Laporta fuera presidente, difícilmente Pep se habría retirado.

La tensión no acabó en la gélida rueda de prensa de la penúltima traición de Rosell, sino que tuvo su continuidad después del siguiente partido que el Barça disputo en el Camp Nou contra el Málaga. Al finalizar el encuentro, Guardiola subió al palco, indignado por los chascarrillos e infundios que ya circulaban sobre su marcha, y le dijo al presidente: «Me iré sin hacer ruido, sin hacer declaraciones, sin dar entrevistas y sin escribir libros. Pero si tú y tus amigos me jodéis, a mí o a los míos, hablaré todo lo que tenga que hablar y ya sabes que querrán escucharme».

Con lo de «tus amigos» se refería a algunos periodistas de La Vanguardia, que habían empezado a insinuar, como ya hicieran cuando Pep dejó el club como jugador, una grave enfermedad que explicaría su renuncia, así como una relación íntima con uno de sus colaboradores.

Sea como sea, Rosell tiene ya fuera del Barça al hombre íntegro que le impedía trapichear y podrá, por fin, fichar a todos los brasileños que quiera; e igualmente La Vanguardia y Mundo Deportivo tendrán vía libre para hacer sus negocios con promociones de camisetas, calzoncillos y lo que convenga hasta volver a convertir al Barça en la cueva de siniestros personajes que solía ser antes de que Laporta iniciara su era de prosperidad, rigurosa gestión y transparencia. Hasta aquí ha llegado el ciclo triunfal. La orquesta del Titanic ha empezado a tocar.