La complicada cohabitación Hollande-Merkel

NUNCA unas elecciones presidenciales en Francia habían tenido tanta repercusión en Europa. Ayer los ciudadanos del vecino país eligieron a François Hollande para presidir la República durante los próximos cinco años, castigando el personalismo y la gestión de Nicolas Sarkozy. La victoria del candidato socialista rompe la hegemonía que ha tenido el centro-derecha en la última década y suscita dudas sobre la cohabitación con la canciller Angela Merkel, con la que Sarkozy impulsó el acuerdo de unión fiscal y las políticas de austeridad presupuestaria. Hollande ha dejado muy claro en su campaña que quiere renegociar ese acuerdo con Merkel, ya que es partidario de anteponer el crecimiento económico a la lucha contra el déficit mediante la emisión de eurobonos y programas comunitarios de inversión.

Veremos hasta dónde llega la capacidad de Hollande de influir sobre la política europea que gravita hoy sobre Alemania, pero hay que recordar que el eje París-Berlín lleva funcionando sin grietas más de dos décadas. Por ello, Hollande suavizó su discurso en las últimas semanas, dejando abierto un entendimiento con la canciller.

Esa cohabitación será complicada porque el nuevo presidente francés ha rechazado los recortes sociales y ha prometido la vuelta a la jubilación a los 60 años con determinadas condiciones, la actualización del salario mínimo, la reducción del peso de la energía nuclear, la contratación de 60.000 nuevos profesores y fuertes exenciones fiscales para las empresas que contraten a jóvenes sin empleo. Pero Hollande se ha comprometido también a bajar el déficit al 3% en 2013 y a llevarlo al equilibrio al término de su mandato. Habrá que ver cómo concilia este objetivo con sus programas expansivos de gasto. Ayer mismo ya prometió que no sacrificará el Estado del Bienestar: «La austeridad no puede ser una fatalidad».

Hay quien piensa que las políticas que propugna Hollande pueden contribuir a que la UE flexibilice sus exigencias hacia España en materia de déficit. Eso sería bueno para Rajoy, pero es todavía más importante la ayuda que el nuevo presidente francés pueda prestarle en la búsqueda de una solución global para el problema de la deuda y su respaldo a que el BCE siga aportando liquidez al sistema. Todo indica que el nuevo inquilino del Elíseo mantendrá una buena relación con el Gobierno de Madrid, aunque el PSOE tiene motivos para estar satisfecho, ya que puede aferrarse a la idea de que el giro político en Francia marca un cambio de tendencia hacia la izquierda en Europa. Por otro lado, la derrota de Sarkozy facilita una entente de Rajoy con Merkel, dado que son los dos únicos grandes Gobiernos de centro-derecha que han ganado las elecciones en la zona euro.

Como ha sucedido en otros países, el electorado ha pasado factura a Sarkozy por el malestar social suscitado por la crisis. Pero también es cierto que los ciudadanos han confiado en la palabra del candidato socialista, que ha hecho una campaña en la que se ha presentado como una persona razonable, dialogante y que huye de los extremismos. Su estrategia ha tenido éxito frente a la arrogancia mostrada por Nicolas Sarkozy, que intentó caricaturizar a su rival como un dirigente incompetente y desconocedor de los asuntos de Estado.

Podría decirse tal vez que más que ganar Hollande ha perdido Sarkozy por el creciente descrédito de su figura ante los franceses, que le han castigado por su personalismo, su afición al lujo y las malas compañías de las que se ha rodeado. El ex presidente carecía de la grandeur de De Gaulle o Mitterrand y de la credibilidad de Chirac.

A pesar de su discurso radical contra la inmigración musulmana, Sarkozy no ha conseguido el apoyo suficiente de los votantes de Marine Le Pen, que tiene ahora la oportunidad de consolidar su avance en las elecciones legislativas de junio. A ellas concurrirá la UMP con un nuevo líder puesto que el candidato de la derecha había anunciado que se retiraría de la política en caso de derrota.

Se abren «nuevos tiempos» en Francia y probablemente en Europa, como dijo anoche el vencedor. La cuestión es si será para bien porque Hollande logra estar a la altura de las expectativas que ha creado o será para mal si no es capaz de entenderse con Merkel.