Están tiritando los grandes diarios del universo. Las empresas han iniciado una reconversión industrial para transformarse en fundiciones digitales que llevarán las noticias al quiosco aéreo, como hizo esta casa adelantándose con Orbyt. De momento, vivimos malos tiempos para los pobrecitos habladores; esta vez no porque el Gobierno ejerza mordaza a la prensa; no tenemos otras sumisiones que las voluntarias y éste es un hecho insólito en España, y no sólo en España. Dicen que la adulación, la dependencia y la sujeción al poder de los que escribían llegó en la época de Octavio Augusto, que inventó los poetas oficiales y los historiadores de confianza, como Virgilio y Tito Livio.
El poder siempre necesita de la coba o del jabón. Igual que hubo pintores de cámara, hubo trovadores o dramaturgos de corte para enjabonar a los reyes, sobre todo en España, donde siempre se ha escrito al abrigo de alguien. Una prueba de lo que digo es la dedicatoria que Cervantes escribe al duque de Béjar: «Al abrigo del clarísimo nombre de vuestra excelencia, a quien con el acatamiento que debo a tanta grandeza suplico protección».
Los que llevamos tiempo en el oficio hemos conocido en los últimos 30 años los mejores días de la libertad española después del bozal del franquismo, pero incluso entonces, los escritores eran más listos que los censores y si les tachaban culo, ponían pandero. La libertad de opinión e información ha circulado con independencia entre el poder y la calle, incluso entre la calle y el trono, como se ha comprobado en el caso Urdangarin o en la cacería de los elefantes. En las pancartas se ha pedido más condones para los Borbones o un lugar para ellos en la cola del INEM. La prensa española en los últimos años ha denunciado la corrupción y la financiación ilegal de los partidos y el crimen de Estado.
No hay censura agobiante, pero vivimos un choque violento con las nuevas tecnologías y la peor crisis económica que haya conocido el periodismo español. No es que internet haya incendiado el almacén del papel, ni que se deje de leer periódicos para leer con el ratón en la mano, ni que la gente empiece a ver el diario como un disco de vinilo. Lo importante no son los soportes, sino el talento creador que habrá de llevar a la fusión de los dos modelos.
Las asociaciones de la prensa nos llaman a las concentraciones en la mayoría de las ciudades españolas con motivo del Día de la Libertad de Prensa a bajo el lema: «Sin periodistas no hay periodismo, sin periodismo no hay democracia». Llaman para defender un periodismo digno, adaptado a los nuevos tiempos. La convocatoria de Madrid es todo un acierto; nos han citado debajo del puente de Juan Bravo. Debajo de un puente, como un dibujo de Mingote, así vamos a terminar.