TIMOTHY SNYDER Autor de 'Tierras de sangre'

«Aún somos vulnerables a las 'soluciones' ideológicas»

Entre 1933 y 1945, la Humanidad vivió el episodio más brutal de su historia. Y, a pesar de ello, a pesar de la magnitud y del tamaño de la crueldad, lo ocurrido entonces apenas ha sido estudiado en su conjunto. El nacionalsocialismo alemán y el estalinismo soviétivo acabaron con 14 millones de personas, sin contar militares. La mayoría fueron mujeres, niños y ancianos. «Ninguno», escribe el autor de Tierras de sangre (Galaxia Gutenberg), «llevaba armas, y muchos habían sido despojados de sus posesiones, incluidas sus ropas». Fue un exterminio perfectamente planificado y que obedeció exclusivamente a razones de Estado, políticas. Ni el Holocausto judío ni ningún otro genocidio de la Historia es comparable a lo ocurrido en la zona que se extiende desde Polonia central hasta Rusia occidental a través de Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos; las Tierras de sangre. El historiador Timothy Snyder es el autor de una obra monumental y rigurosamente necesaria. Como un auténtico bulldozer la prosa de este historiador de la Universidad de Yale penetra en los ojos asombrados del lector sin dejar ni rehenes ni heridos. Impresiona la fría contundencia de los datos.

Pregunta.- ¿Por qué cree que existe tanta información sobre el Holocausto, con todo tipo de películas y libros, y tan poca sobre las matanzas que relata en Tierras de sangre?

Respuesta.- El Holocausto es completamente incomprensible sin la historia de Tierras de sangre; sucedió en su totalidad allí. Europa del Este fue la mayor patria de los judíos y el Holocausto ocurrió enteramente ahí. Alemania tuvo bajo su control millones de judíos únicamente después de invadir Polonia en 1939, y empezó a aniquilarlos en un número brutal sólo después de la invasión de la Unión Soviética en 1941. En el territorio en el que sucedió el Holocausto, los regímenes nazi y soviético asesinaron a ocho millones de personas que no eran judíos. Sólo entenderemos el Holocausto si no lo encapsulamos como un fenómeno separado y hacemos el esfuerzo de entender estas otras políticas de exterminio que sucedieron al mismo tiempo y en el mismo lugar. Las políticas de exterminio como las hambrunas dirigidas tanto por el Gobierno soviético como el alemán, o la alianza soviética-alemana para acabar con la intelligentsia polaca merecen atención por sí mismas. Tanta como el Holocausto.

P.- ¿Por qué cree que un asunto tan grave y tan brutal como el que se ocupa en el libro ha quedado en un papel secundario de la historiografía del siglo XX durante tanto tiempo?

R.- Sinceramente, escribí el libro por una razón sencilla: creo que el asesinato deliberado de 14 millones de personas en Europa durante la mitad del siglo XX es el acontecimiento más importante de nuestra historia reciente. Por otro lado, los crímenes cometidos en Tierras de sangre fueron deliberadamente ocultados en la Guerra Fría. Sabemos que la mayor parte de los crímenes cometidos por los soviéticos fueron cometidos al Este del denominado telón de acero. Lo mismo es atribuible a la mayor parte de los crímenes cometidos por los nazis: fueron perpetrados en el Este. Por tanto, es una cuestión técnica: ha hecho falta que se abran los archivos de los países del Este de Europa para acceder a la información correcta.

P.- ¿Teme que el libro pueda ser criticado por ciertos sectores y por razones políticas al desplazar el foco del Holocausto?

R.- Al contrario. El Holocausto es absolutamente central en el libro y el propósito ha sido anclarlo, situarlo en su sitio exacto de la Historia de Europa. Así ha sido entendido, creo. Dicho esto, ningún buen historiador puede trabajar pendiente de las posibles críticas.

P.- Para Claude Lanzmann, la Shoah fue la primera vez en la historia de la Humanidad en la que se construyó una auténtica industria alrededor de la muerte. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

R.- La idea del Holocausto como asesinato industrial reduce el carácter y el horror de la exterminación de los judíos. Como demuestran las propias películas de Lanzmann, el asesinato en masa de los judíos empezó con ejecuciones cara a cara. Incluso los asesinatos en cámaras de gas requirieron contacto personal.

P.- Las atrocidades cometidas por Hitler fueron denunciadas desde el primer momento; sin embargo, llevó tiempo denunciar las de Stalin. Hubo que esperar a gente como Arthur Koestler o, más evidentemente, a Alexander Soljenitzin. ¿Por qué esa ceguera?

R.- Nos gusta pensar que Hitler fue desacreditado porque los europeos comprendieron rápidamente sus atrocidades. Hay que ser más escépticos. Hitler fue desacreditado porque, básicamente, perdió la guerra. La Unión Soviética, sin embargo, la ganó. De esta forma, consiguió el apoyo de millones de personas y preservó la fe de otros tantos. En el Este de Europa, donde el poder de la Unión Soviética era evidente, el conocimiento de los crímenes soviéticos también estaba a la vista. En la Europa occidental la opinión sobre Stalin podía ser considerada un asunto de partidos políticos. Y aún es así.

P.- Una cuestión mil veces planteada: ¿Cuándo hay constancia de que los alemanes y los rusos tomaron conciencia de las atrocidades cometidas por Hitler y Stalin?

R.- Los alemanes fueron conscientes en el momento en el que tuvieron lugar. La idea de «yo no sabía nada» fue una ficción de posguerra. Los alemanes fueron muy francos sobre los crímenes que cometieron, e incluso cuando intentaron mantener un secreto, lo hicieron de forma pésima. Millones de alemanes en el frente del Este tomaron parte u oyeron hablar de estos crímenes, y la mayoría de la población adulta tenía al menos una idea general sobre ello. En cualquier caso, los crímenes nazis fueron cometidos fuera de sus fronteras, los asesinatos en masa soviéticos se cometieron en el territorio de la Unión Soviética. La población soviética tenía una vaga noción de lo que sucedía, pero, a diferencia del Gobierno nazi, ellos sí eran muy buenos guardando secretos. Durante 1937-1938 las autoridades soviéticas asesinaron a 680.000 de sus propios conciudadanos, muy a menudo por motivos étnicos. Las familias sabían que la gente desaparecía, pero generalmente no sabían que habían sido asesinados. Eran informados simplemente de que sus familiares habían sido enviados a un gulag sin más.

P.- Los alemanes vieron a Hitler como un salvador ante la crisis económica. Jugando a los paralelismos anacrónicos, ¿es posible hoy algo similar en Europa con la crisis actual?

R.- Por supuesto. A menudo olvidamos las causas económicas que motivaron tanto el régimen nazi como el soviético. Creemos que estos regímenes fueron sólo el resultado de unas malas ideas y que, si simplemente rechazamos esas ideas, estamos seguros. Esto nos da un sentimiento de superioridad, pero nos hace vulnerables a otro tipo de soluciones ideológicas que serán presentadas inevitablemente como el resultado de la crisis económica o ecológica.

P.- ¿Cree que los nuevos nacionalismos europeos pueden poner en peligro la democracia tal y como la entendemos después de la Segunda Guerra Mundial?

R.- Sí, y no sólo en Europa. El derrumbe de Hungría hoy es la advertencía más evidente para no sólo Europa sino, eso espero, también para América.