EXPLOTACIÓN SEXUAL

Esclavas de las bandas de proxenetas

Varias meretrices en la calle Montera, uno de los lugares donde se ejerce la prostitución callejera de mujeres del Este de Europa. / ANTONIO HEREDIA

Muy pocas prostitutas lo son porque quieren. La prueba está en las investigaciones policiales, los testimonios de las víctimas y las declaraciones de las asociaciones. Las redes de explotación de seres humanos, como se las denomina policialmente, están también en Madrid, y son varias.

La sentencia conocida ayer contra la banda de Ioan Clamparu, conocido como Cabeza de Cerdo, retrata un Madrid sórdido, en el que las mujeres han sido tratadas como objetos de poco valor a las que se puede maltratar.

Las mafias rumanas son las principales en este negocio de la prostitución callejera. Las bandas rusas de crimen organizado también se dedican a él, pero son más dadas a hacerlo en clubes y pisos, en lugar de la calle. Trafican con rusas a las que dan pasaportes falsos ucranianos.

Hay algunas bandas de chinos y de africanos que se dedican al negocio del sexo y, también de españoles y suramericanos. Y para cada banda hay un tipo de mujer explotada, aunque sus historias son muy similares.

En cuanto a las rumanas, el ejemplo de Cabeza de Cerdo es el más claro: las engañaba para que vinieran a España a trabajar en algo, pero una vez aquí les decía que tenían una deuda con él para pagar el viaje, y que tenían que saldarla prostituyéndose. Luego venían las palizas, los abortos, las amenazas, mentiras, retiradas de pasaporte...

Las bandas no dudan en hacer cualquier cosa para amedrentar a las chicas y mantenerlas en la esclavitud. Deciden sobre su vida y su suerte, y las exprimen hasta que no dan más de sí.

Las africanas, muchas de ellas provenientes de Nigeria, se encuentran con una situación de traición aún más dramática. Casi siempre las engañan sus propias familias. Sus tíos, hermanos o padres las venden a redes que después las traen a Europa bajo amenazas. En estos casos ellas mismas saben a menudo que se van a prostituir, pero no pueden luchar contra el contrato que ha hecho su familia.

En el caso de estas mujeres, cuesta mucho esfuerzo que denuncien, porque el miedo al vudú las hace muy vulnerables, y las bandas las amedrentan justo con eso.

En la calle, muchas de ellas afirman que están allí porque quieren, porque se gana mucho dinero con un trabajo más cómodo que el de una oficina, pero detrás se esconde el pavor a los proxenetas y a sus informadores, que son muchos.

La prostitución china está de moda, y cada vez son más las mujeres orientales a las que se explota sexualmente en la Comunidad de Madrid. Sus proxenetas suelen dedicarse también al tráfico de estupefacientes, en especial de algunas drogas químicas de gran popularidad entre los chinos.

Las mujeres son muy jóvenes y cada vez tienen más demanda entre la clientela china y española. En los últimos años, las brasileñas también han sido algunas de las chicas más demandadas.

Decenas de mujeres acuden cada día al centro de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAMP) a pedir información sobre sus actividades. Son mujeres que han llegado a Madrid engañadas por amigos, novios e incluso maridos que las ponen a hacer la calle a los pocos días.

Les dijeron que iban a trabajar en un bar o en el servicio doméstico y nada más llegar las amenazaron a ellas y a sus familias para que ejercieran la prostitución.

Rocío Nieto, responsable de esta asociación, afirma que lo que hacen con estas mujeres es una auténtica trata de seres humanos. Nada más llegar, la envían a la calle, a los polígonos de Madrid, Fuenlabrada o Móstoles, o a pisos donde las explotan sexualmente.

Se calcula que en Madrid hay unas 3.000 mujeres que se dedican a la prostitución y que cada vez son más jóvenes, con una llegada masiva en los últimos años de brasileñas, paraguayas y chinas, lo que confirma que también se han formado bandas de estas nacionalidades para traer a estas mujeres y explotarlas sexualmente en España.

Rocío Nieto considera que la sentencia que condena a Cabeza de Cerdo es muy importante, porque reconoce que hay trata de seres humanos. «Ya era hora», explicó Nieto al conocer la larga condena contra este individuo, sentenciado a 30 años de prisión por la Audiencia Provincial.

Otro de los aspectos que cree que hay que valorar es que las mujeres se dan cuenta que una denuncia tiene consecuencias graves para los explotadores, por lo cual perderán el miedo a delatarlos, que es actualmente el mayor problema con que se encuentran para luchar contra las redes. Cuando una mujer acusa, se le facilitan los trámites para obtener papeles, por ejemplo, y se la declara testigo protegida.

También cree que por primera vez en muchos años hay una coordinación entre la Policía, que se ocupa de este tipo de delincuencia, la Administración y las organizaciones no gubernamentales que se ocupan de estas mujeres. «El principal motivo que nos debe unir a todos es proteger a las víctimas y compensarlas por el daño que han sufrido por parte de sus explotadores», añadió.