Le Pen busca padrinos

La candidata de extrema derecha recurre al Constitucional para evitar caerse de la carrera al Elíseo por falta de avales

Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional. / EFE

¡SOS! La democracia francesa está en peligro. Marine Le Pen corre el riesgo de no poder presentarse a las elecciones por carecer de los avales necesarios que exige la ley. La líder del Frente Nacional (FN) viene advirtiéndolo desde hace tiempo y, ante la pasividad general, ha decidido trasladar su preocupación al Tribunal Constitucional (TC).

Para ello, su partido envió la semana pasada a la más alta instancia jurídica gala una cuestión prioritaria de constitucionalidad (QPC, en francés). Desde marzo de 2010, esta fórmula legal permite a cualquier ciudadano interpelar a los sabios magistrados respecto a la adecuación de una norma al espíritu de la Carta Magna. En este caso, una ley orgánica del 18 de junio de 1976 que en su día revisó -y complicó bastante- los requisitos para oficializar la inscripción de un candidato en la carrera al Elíseo.

La clave está en los padrinos. Todo aquel que quiera postularse para la jefatura del Estado ha de contar forzosamente con el respaldo de 500 cargos electos, presentados individualmente y por escrito dos meses antes del día de la votación ante el TC. El trámite no debería ser demasiado difícil, ya que la legislación contempla como posibles avalistas a 36.782 alcaldes, además de diputados, senadores y miembros de los consejos regionales, hasta sumar un total de 47.462 personalidades de las administraciones públicas. Pero resulta que sí lo es.

Y es que la ley de 1976 no sólo aumentó el número de apoyos requeridos de 100 a 500, sino que prohibió que aquellas personas que acumularan varios cargos políticos presentaran a más de un aspirante. Además, especificó que los avalistas debían proceder de al menos 30 departamentos distintos -una cláusula para evitar las candidaturas independentistas-, con un máximo de 50 firmas por departamento. Y lo peor: decidió que en lo sucesivo las listas de padrinos serían del dominio público.

O sea, que la caza de compromisarios es el deporte al que se dedican estos días con ahínco todos los pretendientes a la Presidencia, sabedores de que el plazo de recepción de los formularios es el 16 de marzo. Y no todos tienen asegurado poder presentarse. Nicolas Sarkozy (UMP), François Hollande (PS) o François Bayrou (UDF) desconocen ese problema, claro. Pero los aspirantes de formaciones políticas minoritarias viven hoy más pendientes del aval que de planificar una campaña que tal vez nunca llegue.

El caso más paradójico es el de Marine Le Pen (FN), con un 19,5% de intención de voto, según el último sondeo de Ifop, y buscando resquicios legales porque teme no reunir las rúbricas necesarias. «Si no puedo ser candidata, habremos pasado una página en la larga historia de la democracia francesa», declaró la líder ultraderechista a la emisora Europe 1. Su nueva lucha es conseguir que los jueces del Constitucional emitan, antes del 22 de febrero, un veredicto contrario a la publicación en el Journal Officiel y en la web gubernamental de las listas de padrinos de cada candidato.

Efectivamente, el FN tiene muy pocos cargos electos en los municipios y gobiernos regionales y su ideología de nacionalismo populista no le granjea muchas simpatías entre los independientes. Además, se dan casos de compromisarios que avalaron en comicios anteriores al viejo Jean-Marie Le Pen -el padre de Marine, retirado de la política activa- y no se atreven a hacerlo en 2012 con su hija, a pesar de que esta es (teóricamente) algo menos radical.

Élisabeth Clobourse, alcaldesa de Coupru (Aisne) por el FN y una de las 15 mujeres que apoyaron a Jean-Marie en 2007, recuerda con desagrado las reacciones burlonas de sus conciudadanos y amigos cuando, en 2002, decidió respaldar a la aspirante trotskista Arlette Laguiller. Es como para descorazonar a cualquiera. En ese sentido, Annick Ernoux, primera edil de La Lande-sur-Eure (Orne), ha anunciado ya que este año no apadrinará a Marine. «Es inconcebible que las listas sean públicas», se justifica.

Aunque a algunos analistas les gusta recordar la proverbial tendencia del Frente Nacional a retratarse como «víctima del sistema» para ganar simpatías, Marine afirma no haber obtenido hasta hoy más que 340 promesas de padrinazgo. «Eso hace 70 o 80 menos que en 2007, cuando mi padre logró reunir 554», señala. Dado que una promesa no es un aval de facto y los cargos electos pueden luego, en conciencia, dar su respaldo a quien quieran (o incluso abstenerse), los aspirantes luchan por cosechar 600 o 700 firmas para llegar seguros al 16 de marzo.

Si Le Pen no logra los avales, la mayoría de sus votos irían a Sarkozy en la primera ronda del 22 de abril, según el Journal du Dimanche. En ese hipotético caso, el líder de la UMP se clasificaría para la segunda vuelta empatado con su rival, el socialista Hollande, con un 33% del sufragio. Lo mejor que le podía pasar a un aspirante a la reelección que posee el dudoso récord de arrastrar las cotas de popularidad más bajas de la historia de la Quinta República.