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  • John Muller

Grecia eleva cada vez más su precio

Cada vez cuesta más que Grecia adopte reformas creíbles. Ayer se repitió el mismo patrón que se ha venido registrando desde hace casi dos años cuando se aproxima el momento en que Atenas se queda sin dinero (lo que sucederá muy probablemente en marzo próximo) y la Unión Europea deba volver a inyectarle recursos en vena.

Todo el mundo sabe que los griegos están jugando con fuego. Pero esto parece no importarle a nadie, los griegos los primeros. El Gobierno de Lucas Papademos, un técnocrata que se suponía iba a tener el respaldo de todos los partidos para adoptar las decisiones difíciles que Yorgos Papandreu no se atrevía a tomar, se ha revelado tan inmovilista como el de su predecesor.

Ayer, la troika formada por el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea tuvo que amenazar con las penas del infierno al Gobierno griego para que aceptaran despedir a 15.000 funcionarios en el curso de 2012 con el fin de reducir su déficit. Grecia tiene más de 700.000 funcionarios públicos entre sus 11 millones de habitantes y ha prometido que reducirá ese número en 150.000 de aquí a 2015. Pero lo hace con la diligencia de una tortuga. De hecho ya se había comprometido a reducir 32.000 el año pasado que al final se quedaron en 2.000.

Así son las cosas en Grecia. La troika les pide que reduzcan el salario mínimo (más alto que en España), que baje los sueldos, elimine pagas extras, reduzca pensiones y baje el gasto público, y los políticos griegos como si oyeran llover. Son conscientes de que Europa ha equivocado el camino con ellos y se aprovechan de esto.

Había tres principios que Alemania defendía como sacrosantos: no bail out (no al rescate), no default (no a la moratoria) y no exit (no salir del euro). El primero ya fue vulnerado en 2010, cuando se aceptó rescatar a Grecia, Irlanda y Portugal. Ahora, los griesgos tontean con el segundo (ayer se encargó un informe al ministro de Finanzas con todos los detalles de un eventual default griego). Y su salida del euro se ha mencionado varias veces en las negociaciones de los últimos días.

El Gobierno español no es ajeno a todo esto. En el Ejecutivo no les gusta la perspectiva de que se abra la puerta de salida del club del euro, porque detrás iría Portugal y nadie sabe dónde podría acabar la lista. Pero también les gustaría que los políticos griegos se tomaran con más seriedad lo que está pasando.

«Ya sabíamos que los griegos son como son. El problema no es sólo económico, sino político», afirma un alto funcionario.

Y la salida no parece estar en amenazas como la alemana de nombrar un procónsul o la idea francesa de crear una cuenta separada para depositar ahí el dinero destinado al pago de intereses. Los griegos nunca se han sentido inferiores ante los demás europeos. Aunque su economía esté destruida, su autoestima y su orgullo es enorme. De hecho siempre han desconfiado de la idea de Europa a menos que ésta signifique que Bruselas financiará su tren de vida. Pero todo esto se sabía casi desde el mismo día que entraron en la UE.

john.muller@elmundo.es