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La elección

EN LA VIEJA anatomía de las cosas se aludía, en francés, a l'embarras du choix y en inglés al embarrassment of riches. Es decir, a la dificultad humana de elegir entre dos joyas iguales. Caso de Carmen Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba, ya se ve. Esta afección de «l'embarras» está puesta en cuestión por la neurociencia: la posibilidad de elegir es una ilusión y uno siempre acaba tomando la única decisión que era posible en razón de su carácter, entendiendo por él la suma de su naturaleza y de su cultura. Como todas las de su clase, esta evidencia científica proporciona una gran tranquilidad de espíritu. Susan Blackmore explica en La trampa del ego, el último libro de Julian Baggini, que cuando le afecta «l'embarras», sea para viajar o no a Las Vegas o para tomar café o té, se echa una sonrisita, se tranquiliza y se dice: «Bien, ella decidirá.» A excepción de que su animalito es hembra, yo hago lo mismo. «Es tu turno»: así acostumbro a darle paso. Y este es mi consejo, mi fraternal consejo, a los militantes socialistas.

No se embaracen el chois. En pocos casos tendría menos sentido. Chacón y Rubalcaba, el Enfrentamiento, sólo es el resultado de la irresponsabilidad de un ex presidente que se negó a hacer de fusible. De ahí que los fusibles sean ahora dos y se haya entablado una feroz competencia para ver cuál de ellos lidera la derrota. Es inexorable preguntarse por qué compiten dos ministros que participaron durante mucho tiempo en el mismo proyecto, en el mismo gobierno y cuyas ideas (o su ausencia) son exactamente las mismas. Lo más nítido y diferencial que cada uno de ellos ha dicho sobre el otro es «viejo» y «catalana». Son dos condiciones de aúpa, ya lo comprendo, pero no parecen suficientemente instaladas en el argumentario político.

La lucha intrapartidista, ¡las primarias!, tiene sentido cuando las diferencias políticas no son secundarias. En caso contrario lo que se obtiene de ella es una descarnada imagen: el poder en sí y para sí. Cualquier mirada no contaminada hacia el actual paisaje socialista recomendaría a esos dos que se repartieran la pieza, que ocupara uno la primera secretaría y la candidatura electoral la otra, y abandonaran la disputa pasional. Pero al parecer es imposible que Chacón y Rubalcaba cohabiten: ahí debe de estar todo el problema. El núcleo del profundo debate que agita a las bases socialistas me lo resumía anteanoche Thatcher Streep en la mejor de sus frases: «Estoy asqueada de los sentimientos en la política. Hoy todo el mundo siente y nadie piensa.» Así pues, socialistas, llegado el día, hagan lo que sientan. Consultadas la circunstancia y la ciencia, tampoco podrían hacer otra cosa.