ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

Una mirada tuya bastará para superar la tragedia

ANTONIO M. XOUBANOVA

Querida ministra…

La muerte «no es segador que duerme la siesta, que a todas horas siega y corta así la seca como la verde yerba», escribió Cervantes en su libro universal. Un accidente estúpido se llevó a tu joven hermano de forma inesperada. Te vi el viernes en la lejanía del teatro y todavía llevas las huellas del dolor en tu hermoso rostro, tan sereno y distante. Has continuado cumpliendo tus obligaciones y eso te honra. Pero se han ensombrecido tus paisajes del alma. Me entristece tu tristeza profunda. Eres la inteligencia viva, la mano flexible para tratar a todos, la sabiduría política en la gestión cultural. Eres, sobre todo, querida Ángeles, buena gente, una persona solidaria en la que predomina el corazón sobre el cerebro, el sentimiento sobre la reflexión. Por eso no encuentras salida al laberinto de la tristeza, en que el accidente te ha encerrado. Y te golpea ya todo el bronco sabor de la existencia, las arenas sopladas por el viento, tanto amor perdido, tanto amor perdido…

Has escuchado el último grito en la mordaza. Has sentido el verso humedecido de Cavafis, la vigilia de la espuma, la devastación de la vida fracturada. Has visto los goznes oxidados del portón que abre la oscura penumbra del más allá y has oído, tal vez, las campanas ahorcadas que doblan al viento.

No sé, mi querida Ángeles, no sé qué decirte. Quevedo escribió pensando en la tragedia que te entristece: «Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte». Eres muy joven y sabrás superar estos días crueles sin vino ni rosas. El manibus date libia plenis de Virgilio, el dad los lirios a manos llenas, te consolará de la tragedia. Y una mirada tuya, querida Ángeles, una mirada tuya bastará para superarla.