AJUSTE DE CUENTAS

La credibilidad de la vacuna

Sólo una cuarta parte de los españoles (24%) se pondría primero en la fila para inocularse alguna de las nuevas vacunas contra el Covid-19, mientras un 40,3% cree que hay una conspiración detrás de ellas, según una encuesta de El País. Esos datos son decepcionantes para quienes crean las políticas de salud, indican que hay un enorme trabajo de información y educación pendiente de realizar, pero la buena noticia es que es posible modificar la percepción de la opinión pública sobre el asunto.

Para analizar esta cuestión conviene mirar lo que ha ocurrido con los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) en la alimentación de las personas. Las similitudes entre ambos casos son muchas: se trata de introducir un elemento en el organismo que puede tener efectos saludables o no y, a diferencia de los viejos modelos de vacunas, los nuevos también son fruto del manejo genético.

Ya no se trata de una vacuna basada en un organismo atenuado o debilitado que crea inmunidad, sino que lo que se inocula es el código genético de ese virus, recubierto con una grasa protectora. A medida que se difunda esta diferencia esencial, las sospechas sobre su funcionamiento se parecerán mucho a las que se han cernido sobre los alimentos y siembras de OGM.

El debate sobre los OGM está mezclado con el de los ingredientes transgénicos. Cabe aclarar que todos los transgénicos son modificados genéticamente, porque se les añade un gen de otra especie, pero no todos los OGM son transgénicos.

El porcentaje de ciudadanos de la Unión Europea preocupados por la presencia de OGM en el medio ambiente ha disminuido del 66% en 2010 al 27% en 2019, según datos del Eurobarómetro. Se produjo una caída muy significativa en cada uno de los 28 Estados miembro y en nueve –entre ellos España, Portugal e Italia– la reducción fue del triple o más.

En cuanto a la preocupación por los transgénicos, ésta ha disminuido del 63% en 2005 a 27% en 2019. Sólo en una cuarta parte de los miembros de la UE (Austria, Bulgaria, Croacia, Grecia, Letonia, Lituania y Polonia) la preocupación es superior a un tercio de los encuestados. Estos datos están siendo utilizados por el sector de los OGM para pedir a Bruselas que aligere el marco regulatorio sobre dichos productos. Un ejemplo de esto es el trabajo The more favorable attitude of the citizens toward GMOs supports a new regulatory framework in the European Union, firmado por Mihael Cristin Ichim y publicado en la revista especializada GM Crops & Food.

Estos datos desmienten la noción de que «el 90% de los europeos están preocupados por los OGM». Los países que aparecen como más preocupados en 2019 (hasta un 45%) están hoy menos preocupados que los países que aparecían como menos preocupados en 2010 (al menos un 46%).

Un experto que asesoró a la desaparecida Monsantodurante años me comentó que hubo un momento en la última década en que las narrativas contrarias a los OGM le parecieron incontrarrestables. «La ciencia a favor no era suficiente para combatir todo lo que se decía en contra», me explicó. Una derivada de este asunto es que tal vez a Bayer no le hubiera resultado tan fácil adquirir Monsanto en 2016 después de que la empresa quedara señalada como sinónimo de OGM.