«El blanco no existe, blanco es cómo el poderoso llama a su poder». La frase es de James Baldwin. La recita con la voz grave, pausada y ligeramente herida Samuel L. Jackson. Se escucha casi al final del documental I am not your negro, del director haitiano Raoul Peck. Flamante candidato al Oscar, la película presentada estos días en la Berlinale discurre sobre la pantalla como un grito silencioso, como la constancia más palmaria y cruda de lo poco que han cambiado las cosas. Pese a todo. Pese a Obama, pese al aluvión de cine negro que, de golpe, y tras el boicot del año pasado, se ha hecho presente. «Todo es un espejismo», afirma enérgico el propio director. Y continúa: «El poder no ha cambiado de dueño. Sigue en manos de blancos y de hombres. Lo que se vive ahora con las nominaciones de Moonlight, Fences o mi propio documental no es más que una prueba de que Baldwin tenía razón. Él siempre denunció ese liberalismo progresista que se justifica a base de pequeñas concesiones. ‘Podéis hacer esto, podéis hacer lo otro...’. Un momento, quién eres tú para señalarme a lo que tengo o no derecho».

Para situarnos, la película a su manera repasa la vida del infatigable escritor estadounidense muerto en Francia en 1986 James Baldwin. Pero no lo hace como la habitual cinta biográfica. No importan tanto los datos, los hechos o las ideas como el propio espíritu que las soporta. La referencia que se toma es la obra inacabada que le ocupó los últimos días de su vida sobre los activistas negros asesinados Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King Jr. El guiOn lo componen fragmentos de este libro que-no-fue acompañados de otros tantos de toda su enorme producción en forma de novelas, obras de teatro, poemas, guiones y hasta conferencias. Y todo ello mezclado con imágenes de sus intervenciones públicas ya fuera en programas de televisión o en charlas públicas. Digamos que la película se construye por dentro con materiales muy cerca de la carne. Y así hasta tocar un espíritu siempre insurrecto.

«Lo que me impresionó siempre de Baldwin desde que empecé a leerle de muy joven fue su capacidad para descodificar la realidad. Eso se ha perdido. Ahora todo son tuits o breaking news. Los medios han dejado de interesarse de verdad por los hechos», dice Peck. Se toma un segunda y vuelve: «Él se dio cuenta de que cuando John Wayne mataba indios (también ellos de color) no hacía más que reproducir un esquema de dominio. Cuando después de mucho tiempo Sidney Poitier aparece en Adivina quién viene esta noche como un hombre con estudios, respetable y con traje es un paso adelante. Pero, cuidado, el mensaje que se lanza es que hay que llegar a su altura. ¿Qué pasa con los que no pueden ser tan cultos ni bien vestidos? Pues que siguen siendo negros. Y un negro no es exactamente una persona con todos los atributos. Un negro es otra cosa. Un negro es una cosa».

La película se mueve en todo momento por la parte de atrás. Lo que impresiona y conmueve es tanto la verdad de lo que se escucha como la justa violencia que la soporta. Por ella sabemos que Baldwin fue introducido a los libros por una profesora (Bill Miller) que no era negra. Tampoco blanca. Simplemente era su maestra. Por ella conocemos también que se refugió en Francia del agobio de ver sufrir o verse obligado a denunciar el sufrimiento. Dice el documental que Baldwin se encontraba redactando un guion sobre la vida de Malcolm X cuando recibió la noticia del asesinato de Luther King. «Siempre se ha vivido un guion parecido. En Estados Unidos se toleran a los que pelean por los Derechos Civiles, pero en el momento que dan un paso más y hacen responsables a la lucha de clases de la injusticia; en el momento en el que se mezclan a los negros, las mujeres y todos los demás con los pobres, entonces se acabó», dice. Y ahí lo deja.

– De ganar el Oscar, ¿denunciará a Hollywood desde el escenario?

– Creo que es mi deber. Pero no puedo adelantar nada (y se ríe).