GENIALIDAD TÁCTICA

El ego comunicante de CR

Preguntados por la cuestión más candente de España, Pablo Iglesias respondió que prefería a Cristiano y Albert Rivera que a Messi. Del portugués admira Iglesias el coraje, que quizá sea otro de los nombres de la arrogancia, y con Messi se quedó Rivera porque es un culé irremediable. Se agradece en todo caso la claridad de ambos: es bueno que se vayan concretando los programas según se acercan las elecciones.

Esta semana Cristiano presentó su película en Londres, estreno al que no acudió nadie del equipo por cuestiones de agenda y no porque su ego tuviera ya copado el aforo, como dicen las malas lenguas cansadas de que la autopromoción agote el talento que el luso últimamente escatima sobre el césped. No hace falta citar a Dominguín –«En el toreo es modesto el que no puede ser otra cosa»– para explicar el narcisismo inevitable de Ronaldo, que ha llegado a la cima del mundo partiendo de la favela familiar de Madeira. Sin la desorbitada atención que Cristiano le merece a Cristiano, este futbolista de más autoexigencia que don natural nunca podría haber cuajado los logros ya históricos que pautarán el documental. Es significativo que sus responsables sean los mismos que entregaron recientemente el estremecedor biopic de Amy Winehouse, en cierto modo el perfecto envés de la carrera abdominal y dietética sostenida por el portugués. La autodestructiva Winehouse es el reverso tenebroso del apolíneo Ronaldo, cuyo cuerpo ha cincelado con el mismo entusiasmo con que la cantante maltrataba el suyo.

A lo que me opongo es al pueril maniqueísmo que pretende humilde a Leo por comparación con su proverbial competidor. En la escasa talla del argentino cabe tanta soberbia al menos como en la tableta marmórea del madridista, según ha acreditado en suficientes episodios de capricho y despotismo como para que ni siquiera la prensa catalana sea capaz de taparlos. Para ambas estrellas la humildad no solo es una utopía sino probablemente un lastre. Soy de los que sospechan que CR juega ahora peor –ausencia de Benzema aparte– porque no está Messi presionándole con su genialidad; por eso, cuando anticipa para el de Rosario el Balón de Oro, de alguna forma se lo está dando también a sí mismo. Ambos habitan un Olimpo de egos comunicantes en el que uno vale lo que vale su íntimo enemigo.