TIEMPO RECOBRADO

Zhivago ha muerto

CONTABA el escritor Alejandro Gándara que quedó tan impresionado por Doctor Zhivago que viajó a Rusia para admirar el paisaje de la película. Poco después sufrió una enorme decepción al enterarse de que había sido rodada en la Sierra de Guadarrama, a unos escasos kilómetros de Madrid. Las escenas iniciales de la estación y las protestas fueron grabadas en el barrio de Canillas y el tranvía en el que viajaba Zhivago pertenecía a la Empresa Municipal de Transportes.

Y es que nunca hay que cometer el error de contrastar nuestros sueños con la realidad. Como escribía en una fecha reciente, es mejor no volver a toparse con una mujer de la que uno ha estado enamorado locamente a los 18 años.

El tiempo transcurre vertiginosamente pero las películas permanecen e incluso mejoran al pasar los años. Es el caso de Doctor Zhivago, el film de David Lean, que, como me decía ayer un compañero en la redacción, es mejor disfrutarla en invierno, acurrucado en el sofá bajo una manta y, a poder ser, con una chimenea encendida.

Cuando vi la película hace casi medio siglo, quede fascinado por la interpretación de Omar Sharif, que da vida al personaje de Pasternak hasta el punto de que es imposible imaginar otro Zhivago que no sea él. Igual sucede con Julie Christie, la bella Lara de ojos azules, trágicamente prostituida por un plutócrata sin escrúpulos.

Leí en los años 80 la novela de Pasternak, prohibida en la Unión Soviética y publicada en Occidente tras una increíble peripecia, y me conmovió por la fuerza de su prosa y su intensidad lírica. Pero jamás pude quitarme de la cabeza a Sharif y Christie, a los que yo rememoraba sin cesar en las páginas del escritor ruso.

Hace unas semanas, este periódico publicó una entrevista con el hijo de Omar Sharif, que decía que su padre había perdido la memoria y confundía Zhivago con Lawrence de Arabia. Sus palabras me entristecieron porque ello me agudizó esa sensación de precariedad del tiempo cuando desaparecen las personas a las que uno ha estado ligado. Sharif había muerto en vida, en contraste de lo bien que ha envejecido Julie Christie, que conserva ese aire de vieja dama pícara que no ha renunciado a los placeres de este mundo.

Zhivago y Lara, Sharif y Christie, vivirán siempre en nuestro recuerdo porque encarnan el amor imposible, la imposibilidad de dos personas de ser felices en una sociedad que lo destruye todo. Y, en el último momento, cuando todavía era posible un fugaz adiós, Zhivago fallece de un ataque al corazón mientras persigue a una Lara a la que vislumbra a través de los cristales de un tranvía.

Como sucede con las grandes obras, es difícil saber por qué estas imágenes se han quedado grabadas con tanta fuerza en nuestro interior. Lo cierto es que Doctor Zhivago fue mucho más que una película y se convirtió en una declaración de principios en aquella España franquista en la que los periódicos arremetían contra los Beatles mientras el régimen promocionaba a Marisol, Raphael y el Dúo Dinámico.

Yo también viajé a Rusia hace mucho tiempo, cuando el comunismo sobrevivía a duras penas, e imaginé la dacha de Peredelkino en medio de la inmensa estepa y escuché las notas de la balalaika en una remota estación de tren. También creí ver la silueta de Lara desde un tranvía de la avenida Nevski y el fantasma del joven estudiante de Medicina en un palacio abandonado de la Fontanka. Pero nada de eso volverá porque nuestros sueños se han esfumado para siempre con esta segunda muerte de Zhivago.