Francia y el eterno retorno

Ya me lo avisó, nada más conocerle, el gran Enric González: podrás volver mil veces a París, siempre tendrás la sensación de que nada ha cambiado: los mismos edificios señoriales, los mismos árboles, los mismos restaurantes, los mismos atardeceres, incluso la impecable dama que te empuja en el metro es idéntica a la de hace una década. Se trata de una realidad encantadora para nostálgicos de los viejos y buenos tiempos de corresponsal, con un cara B no tan encantadora. La inclinación nacional de resistencia a los cambios constituye uno de los factores que explican la lenta pero segura consolidación del Frente Nacional como el tercer partido de Francia.

Esto tiene su mejor exponente en la permanencia en la brecha de los políticos franceses. Echen un vistazo a los diputados de la Asamblea Nacional: reconocerán caras que ustedes o sus padres tenían estampadas en los libros de texto o que aparecían en los telediarios cuando sólo existía una cadena en nuestro país. Los datos oficiales hablan: sólo 11 de los 577 parlamentarios que componen la Asamblea Nacional tienen entre 30 y 40 años.

Mismas caras, mismos partidos para un electorado que lleva décadas enviando señales de alerta en cada cita electoral. El voto al Frente Nacional viene de lejos. «Gran avance del Frente Nacional en los municipios franceses». El titular no es de hoy, sino de hace ¡20 años! (13 de junio de 1995). El voto de protesta persiste como los problemas que lo alientan: un paro en alza, la fractura social, un modelo de integración de intensidad variable y, recientemente, la vuelta del terrorismo firmado, para más inri, por hijos de la República.

La realidad francesa es poliédrica y algunos de sus episodios no son ni siquiera imaginados por los ilustres moradores del Palais Bourbon, sede de la Asamblea Nacional. Cuando, tras los atentados de París el pasado enero, decenas de escolares franceses se negaron a observar el minuto de silencio convocado en honor a las víctimas, muchos se echaron las manos a la cabeza. Ahí tienen uno de los problemas que los partidos políticos no han sabido abordar: el resentimiento de una parte de sus jóvenes, hijos de inmigrantes, para quienes el ascensor social no ha funcionado. Y ese resentimiento ha echado raíces y producido frutos indigestos como niveles de inseguridad y violencia insoportables en muchos barrios de Francia. Los falsos predicadores han rescatado muchas almas perdidas reorientando ese resentimiento hacia la yihad como recurso liberador frente al Estado opresor.

Los franceses se hallan ante un momento doloroso porque los cimientos de su nación durante décadas se tambalean: la libertad, atacada por el terrorismo; la igualdad, dañada por el desempleo; la fraternidad, puesta a prueba por los ataques a lugares de culto judío y musulmán. ¿Dónde está la identidad nacional? ¿Dónde las respuestas que buscan muchos franceses desde hace décadas? El avance del FN en las departamentales responde a esta orfandad. El PS, en el poder, es el más penalizado. Los buenos resultados de la UMP de Sarkozy pueden interpretarse como la determinación de parte del electorado a, pese a todo, no echarse en brazos de Le Pen. Con los socialistas franceses en horas bajas, el frente republicano contra la ultraderecha se rearma con alguien que quiere erigirse como su rival número 1. El hombre es…Nicolas Sarkozy. Sarkozy vuelve. Como todo en Francia.