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  • Lucia Mendez

ASUNTOS INTERNOS

Bienvenidos al sistema

En un tiempo récord, Pablo Iglesias y su equipo se han integrado en el sistema de partidos. Han descolgado de la pared el póster de Hugo Chávez y han dejado atrás las acampadas, el asamblearismo, los círculos del barrio de Lavapiés, el liderazgo horizontal en el que hay tantos dirigentes como militantes y la aversión al poder orgánico. El camino que han seguido para adaptarse al sistema y dotarse de una dirección ejecutiva es el mismo que transitaron los grandes para llegar al Gobierno y los más pequeños para llegar al Parlamento. A saber. Un líder fuerte y carismático con dotes de comunicación –secretario general en este caso– y respaldado por la mayoría de la organización –90%–; un núcleo de poder reducido de cinco o seis personas de la estricta confianza del número uno, junto al que deciden la estrategia, y portavoces bien identificados capaces de expresarse bien y mantener debates en televisión con el resto de partidos. Es lo mismo que hicieron González, Aznar o Zapatero para engrandecer a sus organizaciones. Ellos también limaron sus aristas ideológicas para llegar a la mayoría de ciudadanos. Mal que les pese a sus antecesores, Iglesias, Errejón, Monedero, Alegre y Bescansa han sido aplicados alumnos de la lección cómo construir un partido político a imagen y semejanza de los que ya hay.

Sean, pues, bienvenidos al sistema. Como dijo Iglesias, ahora viene lo más difícil, que es lograr la confianza y el voto ciudadano. Los partidos tradicionales invitaron al 15-M a presentarse a las elecciones en tiempo y forma, siguiendo las reglas establecidas, y eso es lo que han hecho. Hay un nuevo actor en la escena política que asume una responsabilidad ante todos los españoles. La responsabilidad de representar a los ciudadanos en las instituciones. Podemos quiere reformar la democracia –que es una necesidad objetiva–, pero para conseguirlo hará falta algo más que frases hechas de 140 caracteres. Es muy fácil decir que romperá el candado de la Transición. Lo difícil es encontrar la llave para abrir un potente candado que ha durado 35 años. No hay razones para el escándalo ante la propuesta de dar carpetazo a la Transición para abrir otra etapa. Muy débil sería la democracia española si no pudiera asumir e integrar a este nuevo actor que llega pisando fuerte.

Nadie sabe hasta dónde podrá llegar el empuje de este partido, aunque las circunstancias y la miopía de las fuerzas políticas tradicionales se lo están poniendo fácil. España ya no es el país de antes de la crisis. El sufrimiento ha dejado heridas cuya visión asusta a quienes sólo saben hacer la política de siempre. Y la política de siempre ya no vale. Mirando obsesivamente la coleta de Pablo Iglesias, la lengua afilada de Monedero o la cara de niño aplicado de Errejón, los actores veteranos se olvidan de que Podemos no es un invento de La Sexta –tontería mayúscula que no por mucho repetirla deja de serlo–, sino la expresión de una necesidad de millones de españoles decepcionados con el funcionamiento de las instituciones. Esos millones de españoles ya no ven al tertuliano Pablo Iglesias, sino al político Pablo Iglesias. Los ciudadanos son los que han propiciado un cambio de escenario que obliga a todos a adaptarse a la nueva obra. Tanto al profesor polemista –que sigue dando miedo a amplias capas de la población– como a los que le han tratado con displicencia hasta la fecha. Ya es uno de ellos. Como Rajoy, como Sánchez o como Rosa Díez. El líder de un partido convencional, aunque se vista de otra manera. Si no quieren que crezca más, ya pueden espabilar.