Ciberataques a la japonesa

MARIANO Rajoy, Pedro Sánchez y Alberto Fabra han denunciado los últimos días la multiplicación espontánea de sus seguidores en Twitter. Se creen víctimas de una especie de ciberataque a la japonesa consistente en achacarles la sospecha de una burda compra masiva de followers. Sorprende el refinamiento de una estrategia de maldad poliédrica, dirigida contra la autoestima, contra la propia imagen y tendente a la sobreexposición inducida de sus carencias. A los citados dirigentes se les ha ridiculizado estimulando antes su vanidad con decenas de miles de admiradores tan exóticos como decepcionantes, por imposibles. Hay que tener en cuenta que la política dejó de ser la ilusión del dominio de la rúa –«La calle es mía», decía Fraga– para convertirse en una fantástica mistificación del ciberespacio como preludio del poder. De ahí la carrera por ver a quién tiene el Twitter más grande, o quién colecta más amigos en Facebook. Además, se ha socavado el crédito y la honorabilidad de tan ilustres humillados y ofendidos al obligarles a un ejercicio de excusa no pedida, tan sugerente en este país de malpensados atávicos. Hay que tener en cuenta que en España la democracia, al contrario de lo que sucede con la paella «liberal y colorista» de Pemán –en la que cada grano, como cada hombre, es un voto–, se ha construido a veces inflando censos y alquilando padrones de residentes en el extranjero. No es preciso volver a citar a don Manuel haciendo las Américas, ni recordar el mecano de algunos congresos del PSOE. Hay algo de irrisorio en esto de que Rajoy, Sánchez y Fabra se hayan visto obligados a aclarar que a miles de árabes, norcoreanos o eslovacos sin actividad conocida y con un huevo de avatar no les interesan sus aforismos en la Red. Es entonces cuando uno repara en lo mucho y bien que se mueven en Twitter, pongamos, Pablo Iglesias (535 K) o Belén Esteban (851 K) en comparación con los citados denunciantes. Y es entonces cuando uno intuye, válgame, que quizá el verdadero ataque, la subversión certera, no sea tanto caricaturizar a los susodichos aireando una hipotética operación de Astroturfing –falsificar un apoyo masivo en las redes sociales– como poner el foco sobre su actividad real.