El Rey se involucra en la tarea de controlar la inmigración irregular

Agradece al islamista ‘moderado’ Benkiran los «esfuerzos» del Gobierno marroquí

La visita de los nuevos Reyes de España a Rabat ha venido a traspasar el estricto perfil protocolario e institucional. Si el lunes arrancó con la noticia de la firma del Tratado de Pesca, ayer martes se saldó con una bajada a la arena de los problemas bilaterales y, en especial, con un acercamiento en materia de inmigración.

En una jornada marcada por un incidente con porteadores marroquíes en Ceuta, Felipe VI agradeció al jefe de Gobierno de Marruecos, el islamista moderado Abdelilah Benkiran, los «esfuerzos» para controlar las avalanchas de inmigrantes sin papeles. Así lo confirmó el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, quien a su vez dio las gracias al Gobierno marroquí por la construcción de una valla en su propio perímetro de la frontera con Melilla. «Parece que eso está avanzando muy bien, y de acuerdo con los plazos previstos», afirmó sobre unas obras, al parecer costeadas por la Unión Europea, pero sobre las que Marruecos guarda reserva.

Así, y en contraste con el pasado, la inmigración irregular se abordaba ayer desde las más altas instancias de ambos Estados como un problema común, a resolver de manera conjunta, y por encima incluso de la contestación de las ONG contra los medios disuasorios de las vallas. Tanto es así que, como ya viene siendo costumbre, la cuestión de fondo sobre la nacionalidad de Ceuta y Melilla estuvo ausente de las conversaciones.

Desde el propio lado marroquí, algunas fuentes próximas a palacio apuntaban ayer que ninguna valla logrará detener las avalanchas si no media una campaña de propaganda europea en el África subsahariana que desmienta la idea del paraíso en el Viejo Continente. Además, señalaban como imprescindible la inversión económica en los países de origen de la inmigración.

Del lado español, el propio ministro calificaba de «capital» la «lucha contra la pobreza» –también en el norte de África– como instrumento frente a lo que es «caldo de cultivo de movimientos radicales» que amenazan la seguridad de los dos continentes. En este sentido, –siempre por boca del ministro–, el propio Rey Felipe reconoció a los dirigentes del país guardián de Occidente en África «la importancia para Europa de que la frontera sur sea políticamente estable».

En una mañana en la que la política y la geopolítica se colaba así por las buganvillas y los azulejos de las fuentes del Palacio Real de Huéspedes de Rabat, Felipe VI no sólo recibió a Benkiran, sino también a los presidentes de las dos Cámaras, la de Representantes –Rachid Talbi– y la de Consejeros –Mohamed Cheikh–. Así lo hizo antes de cumplir, junto a Doña Letizia, con la tradicional visita al mausoleo donde residen los restos del padre –Hasán II– y del abuelo – Mohamed V– del rey alauí.

Allí, en el momento más exótico del día, los dos monarcas se descalzaron en señal de respeto. Y lo mismo hizo la Reina de España, quien volvió a vestir de blanco –con un traje pantalón–, también a la hora de cubrirse la cabeza.

Por la tarde, los Reyes dividieron sus agendas. En un ajetreado y caluroso final de jornada, aún dominado por el ayuno del Ramadán, la Corona alauí hizo exhibición de poder con las aglomeraciones de súbditos vociferantes y con el despliegue de guardias cada pocos metros a lo largo de todos los trayectos.

Unos centros impolutos –uno de formación en turismo y hostelería y otro de mujeres, en el caso de los Reyes Felipe y Mohamed; otro de investigación y tratamiento del cáncer de mama, en el caso de la Reina y la Princesa Lalla Salma– recibieron la visita de los Monarcas. Ambos reyes rubricaron el encuentro a la usanza del país, con dos besos, al pie de la escalerilla del avión. Don Felipe saldó el viaje: «Muy muy bueno».