Cine espontáneo

TEXTURAS

Por Leticia Blanco

El pasado uno de febrero y en protesta contra la ley de Gallardón que pretende recortar los derechos de la mujer para tomar decisiones sobre su propio cuerpo (y hacer retroceder la legislación española sobre el aborto a los parámetros de Irlanda o Malta), miles de mujeres salieron a la calle. Muchas ya lo habían hecho hace casi 30 años, cuando en 1985 se aprobó una ley que, hasta ahora, había contentado más o menos a todos (mujeres, derecha, izquierda). Entre ellas, Les Comadres de Gijón, un grupo de tertulianas que se reúne desde hace décadas y que, de forma espontánea y tomando la floristería de una de ellas como centro de operaciones improvisado, impulsó una marcha desde docenas de ciudades españolas que acabó en una gran manifestación que terminó en el Congreso de los Diputados.

La cineasta Chus Gutiérrez acudió a la manifestación e hizo algo más: envió un email colectivo a todos sus contactos, a quienes animó a filmar el momento. Como consecuencia, más de 80 mujeres sacaron sus cámaras de casa y le dieron el REC. Sólo en Barcelona, seis realizadoras distintas registraron la marcha hacia la capital y actos de protesta como el gesto de un grupo de mujeres que acudió al Registro de la Propiedad para registrar su cuerpo, o cuando docenas de activistas se presentaron en la comisaria de Nou de la Rambla autoinculpándose por haber cometido un delito: abortar.

El resultado, más de 200 horas de grabación, fue editado por Teresa Font, la montadora habitual de las películas de Vicente Aranda y Pedro Almodóvar, y se ha convertido en la película Yo decido. El tren de la libertad. Es, probablemente, el documental más colectivo y espontáneo de la historia del cine español. Hoy se estrena de forma simultánea en una treintena de ciudades españolas. En Barcelona, en el Cinema Truffaut se podrá ver a las 16h, en el CCCB a las 19h. Gratis.

Marta Figueras ha sido, por así decirlo, la aglutinadora del ala catalana de este macroproyecto. Productora de Barcelona, abans que el temps ho esborri y El triunfo, la adaptación de Mireia Ros de la novela de Francisco Casavella, lleva 20 años en el cine, un mundo tradicionalmente masculino. «Cuando empecé a trabajar, hace 22 años, lo único que me importaba era hacer buenas películas y abrirme paso. Tardé en abrir los ojos, pero me acabé dando cuenta de que la falta de visibilidad de las mujeres en el cine es real y de que hay que hacer algo por combatirla», explica. Por eso Marta es miembro de Cima, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales. «Nuestra meta es que asocaciones como esta dejen de existir, igual que el Día de la Mujer. Es triste. Pero como no hemos llegado, hay que seguir trabajando», concluye.