Y Bono ¿por qué no?

MIENTRAS GRAZNAN los gansos del Capitolio, mientras se desgranan los reyes sacrificiales, mientras se agostan los políticos voraces, los socialistas españoles desenfundan las navajas cachicuernas para la sucesión del Rubalcaba abdicado. Media docena de candidatos aspiran a la corona de Ferraz, que es el camino más corto para llegar a Moncloa y sentarse en la silla curul de la España parásita y entristecida.

El lienzo de la sustitución del líder está pintado de gris cubista. Nadie sobresale. Nadie exhibe méritos convincentes Nadie se salva de la mediocridad germinal. En mis contactos profesionales con los oídos abiertos para escuchar lo que se dice y lo que se calla, un nombre se multiplica y agranda: el de José Bono.

Como él no quiere abandonar el reposo del guerrero, como se ha plantado en el ostracismo y el desdén, sobran las palabras de este artículo. Si no hay voluntad de retorno solo queda la especulación del desencanto. Bono perdió por un puñado de votos contra Zapatero, tras soportar una maniobra albañal de Alfonso Guerra. Si el expresidente de Castilla hubiera triunfado, la situación de España sería muy distinta. Adenauer aseguraba que lo peor que le puede ocurrir a un país es que sea gobernado por las ocurrencias de un político incontinente. Con Bono, no padeceríamos hoy una España descoyuntada por el órdago secesionista catalán y, sobre todo, por el divorcio de las nuevas generaciones con el sistema. La verdad histórica es que ni Rubalcaba fue derrotado en las elecciones del 2011 ni las ganó Mariano Rajoy. Las perdió Zapatero.

Son muchos los socialistas de muy diversas generaciones que enumeran las ventajas del regreso de José Bono. Vencedor reiterado de elecciones autonómicas, ministro eficaz, hábil presidente del Congreso, socialista de principios sólidos y de ideas insobornables, José Bono era el hombre que necesitaba el Partido Socialista para escapar de las arenas movedizas en las que se está hundiendo. Digo todo esto porque si España quiere mantenerse en la estabilidad y la cordura, necesita un PSOE robusto que represente al centro izquierda y que sea alternativa real de Gobierno. Con un Partido Socialista en los 100 escaños, mandará en la izquierda el Partido Comunista, enmascarado hoy tras las siglas de Izquierda Unida. Cayo Lara lo sabe muy bien y golpea sin cesar con el martillo a la hoz para que el PSOE se radicalice y abandone el bolsón de votos del centro, que es lo que lo robustece y equilibra. Ahí queda, en todo caso, el interrogante final: y Bono ¿por qué no?

Luis María Anson, de la Real Academia Española.