SI TAL COMPETICIÓN existiera habría un notable consenso alrededor de la idea de que Cadaqués es uno de los pueblos más hermosos de Cataluña. De alcalde siempre hasta entonces convergente, entre 2003 y 2011 el pueblo cedió a la lamentable moda del tripartito y cayó en las manos de ERC. Ahora vuelve a mandar CiU, pero es tal su complejo de inferioridad ante Esquerra, y tal su inseguridad, que todo lo hacen por parecer más independentistas que ellos.
La primera víctima ha sido nada menos que Salvador Dalí, héroe local y del mundo entero, cuya estatua ha sido apartada de la entrada del pueblo para poner en su lugar una bandera estelada. En su chulería de macarra con horario de oficina, el alcalde quiso crear un cuerpo de policía como avanzadilla del Estado independiente, pero su jefe tuvo que dimitir al serle descubierto un grupo de Whatsapp que compartía con sus subordinados y en el que hacían burla de los detenidos.
La locura se ha apoderado de un modo tal de la vida institucional de Cadaqués que hace un año el párroco le cedió a Pilar Rahola la iglesia para presentar su última novela. Pocas veces el innombrable había penetrado hasta tan adentro de nuestras estancias. Si Franco tenía el recato de prohibir la entrada de la Guardia Civil en las iglesias, en la Cataluña de Mas no hay espacio, por sagrado que sea, que no profane su primera majorette. Miranda, se nos mueve la tierra bajo los pies.
Envalentonado por este aire soberanista, el alcalde se siente impune y una empresa de la que posee una importante participación será la que a principios del verano, después de unas burdas maniobras de cara a la galería, para disimular que se la autoconcede, tendrá la licencia de obras más importante de los últimos años en el pueblo. Además, 30 vecinos se han querellado contra el arquitecto municipal por prevaricación.
El resultado de esta mezcla de desbocada escalada soberanista y de jeta inaudita es fácil de comprobar en los resultados de las últimas elecciones europeas, en las que Convergència ha perdido su ventaja electoral para casi empatar con Esquerra.
Convergència jugando a independentista dilapida su patrimonio como el hijo que funde la fortuna familiar fugándose con la criada.