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Política Pop

WARHOL y compañía desembarcan en el Museo Thyssen con su artillería de sopas de bote, sus starlettes y el rosa del chicle. Lo de siempre. El Pop vino como una respuesta efectista, popular, efímera y un gran negocio para vendernos un mundo de plastilina. Y lo hizo muy bien. El Pop fue un hojaldre frívolo que el dinero puso serio. Un día se acabó y a otro asunto. Pero aquí, tan modernos con retraso, seguimos haciendo Pop en lo cotidiano, como si nada hubiera cambiado. Un Pop caduco. Un Pop con ribetes de punto bobo. Un Pop que ya no se lleva. Nuestra política es tan Pop, tan poco exigente, que en las próximas dan ganas de votar por la peluca de Warhol, que al menos escondía ideas raras.

El partido más Pop del momento es el PSOE, una gusanera, una Factory de trepas sin oficio convencidos en hacer Estado cuando en verdad lo que quieren es hacer nicho. Susana Díaz, su tiburona sobredimensionada, es una Marilyn de Triana a la que le resumen los libros que no lee para que crea que los ha leído. Eso dicen. Una tapia levantada con las piedras de Despeñaperros. El PSOE es tan Pop en estos momentos que no sabe si apostar por un congreso a lo Ceaucescu o un derrumbe a la griega. Son incorregibles. El PSOE está cimentado en la codicia y en la zarandaja inane del relato perdido. Le sucede como a las series de retratos de Warhol, que se parecen más entre sí que a los modelos reales. Eso es perder sentido de la realidad.

El otro costado de nuestro florido arte popular es el Gobierno. El señor Rajoy, como todos los iniciadores, descubrió algo: que la mejor mercancía de un político en la España de todos los demonios (Jaime Gil de Biedma) es la inacción. En la nada siempre cabe la posibilidad de que exista algo original. Callar es permanecer. Y ya no se esfuerza ni en gustar, pues ahora que todo puede cambiar no es momento de hacer posados.

El último eslabón Pop del Estado es la Monarquía. Desde que el Rey habló de pirarse ha subido en las valoraciones. Los reyes en retirada, en un país como este, siempre aglutinan un pelotón de vocación plañidera (y eutanásica) que les escolta la gloria hasta la excursión al pudridero.

Con este panorama no se hablará de nada serio hasta septiembre. Está calculado. Somos la tristeza del acrílico en un tiempo que empieza a mutar pero que sigue pintado por gente del siglo anterior (en lo peor de sus modales y su moral). Tipos que han desangrado la democracia. Seres irreversibles. Tropa no reciclable. Ellos forjaron esta política pop que comercia hoy con su propio cadáver. Pero ahora sí que vamos a cambiar de estética. Y de función.