Cenaremos, Miguel

No sé si Miguel Arias Cañete es el mejor candidato posible, pero es el político más culto, agradable, inteligente y preparado que hoy tiene en activo España. No sé si en el país de los indignados, del escrache y de Elena Valenciano, éstas son virtudes que puedan ser apreciadas por la muchedumbre iracunda y zafia, pero sin duda son las que prevalecerían en cualquier país civilizado.

Es más interesante, estimulante y sexy cenar con Miguel Arias que cualquier encuentro, público o privado, con cualquiera de sus lamentables contrincantes. El listón está tan bajo que se confunde con el suelo. Elena Valenciano dijo la semana pasada que no estaba en la política para enriquecerse, pero el francés que su familia le enseñó sólo le sirvió para ser telefonista en Ferraz, y siempre ha vivido de su partido y de ese gran escarnio a la inteligencia que son las organizaciones feministas.

Miguel Arias ha sido siempre rico y ha vivido siempre tranquilo. Cuando dijo que «el debate con una mujer es difícil porque si demuestras superioridad intelectual, eres un machista», tuvo toda la razón del mundo. El gran lujo que da ser rico no son los coches o las piscinas, sino poder decir la verdad sin miedo a que la turba se te eche encima. Sólo hace falta ver cómo han reaccionado las feministas, y los de la masculinidad desvanecida, para comprender hasta qué punto el ex ministro estaba en lo cierto y cualquier opinión sobre la mujer que no se inscriba en los vomitivos tópicos de la corrección política se considera poco menos que violencia de género.

Podrán hacer demagogia y sacar tajada electoral, podrán practicar sus linchamientos y continuar con su deplorable histerismo. Pero he vivido toda mi vida rodeado de mujeres poderosas, de éxito y muy inteligentes, y todas sin excepción se han sentido siempre insultadas por las feministas y por su desequilibrio emocional, por su odio, por su resentimiento, por la estafa de su deprimente mediocridad que tratan de disimular fundando siniestras organizaciones o plataformas que ningún problema resuelven, salvo el del propio sustento.

Elena Valenciano no puede ni soñar con el nivel intelectual de Miguel Arias, ni con su cultura, ni con su aseo moral, ni con su pulcritud formal, ni con el impagable beneficio para la Humanidad que aporta quien, como el candidato del PP, es capaz de mantener una conversación fecunda y brillante. No sé si Cañete ha acertado metiéndose en este tipo de pelea política tan baja, porque en un país donde alguien como Julia Otero se considera un referente intelectual, lo único que una persona razonable puede hacer es tener una biblioteca de 15.000 libros, encerrarse en casa y no salir nunca más.

Miguel Arias es un candidato Ritz para una sociedad camping. Una inteligencia Robuchon para la eclosión del chóped, una delicadeza Michel Almairac para una tribu que, sistemáticamente, incumple el pacto previo del desodorante. Miguel Arias es un hombre que no se avergüenza de serlo en el reino de tantas incapaces disfrazadas de activistas, que se celebran entre ellas a la vez que ofenden y humillan a cualquier mujer decente.

Y además ganará, y para celebrarlo cenaremos juntos en Via Veneto. Pagando de nuestro bolsillo, por supuesto, no como cuando la izquierda se va por ahí a hacer el hortera.